martes, 29 de julio de 2014

El sumiso elegido



   Desde el momento que tomé, hace ya muchos años, la decisión de dejar de lado la cómoda dominación femenina hogareña en exclusividad y aventurarme en busca de nuevas experiencias, fui consciente de que estaría expuesta a muchísimas propuestas de todo tipo con un denominador común: las mujeres como yo representamos la fantasía sexual de muchísimos hombres y supe que era algo inevitable que debía aprender a manejar y controlar.

   En las casillas de mensajes privados de los sitios de Internet en los que participo (foros, Facebook, etc.) suelen llegar mensajes de varones que se me ofrecen como sumisos. Algunos de ellos tienden a repetir un léxico basado en los supuestos gustos que las dominadoras deberíamos tener con respecto a los hombres. Palabras más, palabras menos, los mensajes son del tipo... Seré su más fiel sirviente y le daré con mi entrega todo lo que usted desee. Esos muchachos se nos ofrecen a las mujeres dominantes como un vendedor ofrece su alfajorcito, pero al mismo tiempo confían en que lo aceptarás como la golosina que endulzará tu vida.

   Yo veo tras esos mensajes a un hombre con dudas que no sabe en que puerto desembarcar con su supuesta esclavitud a cuestas. La aceptación por parte mía de ese regalo sería esclavizarme a su entrega fastidiosa. Llevo suficiente tiempo en este mundo como para caer en las redes de alguien que hace tanto autobombo de su propia sumisión. Ese viejo verso ya no parece tan efectivo a la hora de seducir a una mujer dominante. Un bombón de genuino chocolate no se regala así mismo sino que se muestra en la mejor vidriera y dando la mayor cantidad de pautas y señales para demostrarnos que es especial. Debe conquistarnos, sorprendernos, seducirnos, darnos razones concretas por las cuales deberíamos elegirlo, convencernos que al aceptarlo estamos entrando en la posesión de un verdadero lujo.

   Yo sugiero que cualquier varón que aspire a ser sumiso de una Dómina (y no a satisfacer gratis sus propias fantasías) debería empezar por entender de qué habla una mujer cuando se refiere a sus gustos y placeres, conocer los recovecos del universo Femdom (fascinantes pero complejos), acudir a cuanto evento, reunión o encuentro se efectúe, participar en sesiones o conversaciones y por sobre todo valorarse, encontrar su propio yo sumiso para poder transmitir su calor al cetro que aspira a servir.

   Una reina no busca desesperados individuos desconcertados, autodescalificados, entregados al vacío o sumergidos en las piscinas de aguas turbias de sus fracasos personales. El elegido por Ella no entrega solamente un cuerpo desvalorizado o sus dotes de limpiador de calzado femenino sino su alegría de servir. Su lado mejor. Sus ilusiones. No está debajo de una pila de escombros esperando a ser redimido o buscando que una mujer a la que él denomina Ama le muestre a latigazos la salida del laberinto de su insatisfacción sexual. 

   El sumiso deseado es el que se identifica con nuestro placer y con nuestro femenino poder, el que nos endulza sin empalagar mirándonos con ojos de ilusión, el que busca conectarse para profundizar nuestra dominación y no para llamar la atención. Alguna vez escribí que si te identificas con un valiente mosquetero, una fuente de agua cristalina, un oasis, un especialista en utopías, un paisaje exótico, una estrella en el camino, o simplemente un toque de buen gusto, te veo bien varón, estás en el buen camino para alguna vez llegar a ser un bombón elegido.




jueves, 17 de julio de 2014

Marlene Dietrich, la primera reina trans




   Hace algunos años, el periodista y escritor argentino Hugo Beccacece publicó en el diario La Nación un artículo sobre Marlene Dietrich y su célebre film El ángel azul titulado La ardua tarea de ser mujer. El artículo pivotea sobre dos ejes que resultan particularmente interesantes y a la vez perturbadores. Uno es el tema central de la película, que al mismo tiempo la eleva a la categoría de obra cumbre del llamado expresionismo alemán: el poder animal del sexo femenino y su capacidad para trastornar por completo la vida de un hombre. El otro eje del film está en las sombras, casi oculto en el backstage, tras las cámaras. Es la historia de una estrella, de un personaje y de un director. La historia de Marlene, Lola-Lola y Josef von Sternberg y de como dicha historia se entremezcla con la inquietante presencia del sexo trans en la génesis misma de lo que conocemos como género femenino. Algunas frases extraídas del texto pueden servir como guía para su lectura.

En el alma de toda travesti hay una mujer fatal, pero también es cierto que en la lencería de toda mujer fatal acecha, escondida y golosa, una travesti.

La semilla que Joseph von Sternberg y su estrella sembraron tuvo frutos imprevistos en la sexualidad y en las costumbres. El trabajo les hizo comprender que la mujer verdadera sólo puede serlo en plenitud por el artificio, guiada por la mirada clarividente y el deseo de ser mujeres de quienes no lo son.

La mujer deseada por un hombre, esa mujer arquetípica que la mayoría de las mujeres y todas las travestis anhelan ser, es una apariencia.

En el reino de las apariencias, la verdadera reina, la poseedora de todos los secretos porque precisamente no ha nacido mujer, es la drag-queen.

Lola-Lola, emblema de la sexualidad femenina, había sido, en su origen, una travesti anónima.






   La ardua tarea de ser mujer


   En el alma de toda travesti hay una mujer fatal, pero también es cierto que en la lencería de toda mujer fatal acecha, escondida y golosa, una travesti. Como ejemplo, basta pensar en El ángel azul, la película de Joseph von Sternberg que hizo famosa a Marlene Dietrich (1901-1992), basada en la novela El profesor Unrath, de Heinrich Mann. Ese film se estrenó en Alemania el 31 de marzo de 1930. Pero se dio por primera vez en Estados Unidos en 1931. Y fue a partir de esa première cuando Marlene y su iconografía premonitoria alcanzaron difusión mundial. La semilla que Joseph von Sternberg y su estrella sembraron tuvo frutos imprevistos en la sexualidad y en las costumbres. El trabajo les hizo comprender que la mujer verdadera sólo puede serlo en plenitud por el artificio, guiada por la mirada clarividente y el deseo de ser mujeres de quienes no lo son. La biografía Marlene Dietrich (1993), de Maria Riva, hija de la actriz, detalla las etapas de ese itinerario. 

   En 1905, el escritor alemán Heinrich Mann, hermano de Thomas (el autor de La montaña mágica ) publicó El profesor Unrath, donde cuenta la historia de un rígido y maduro docente hechizado por una joven cantante de cabaret, Rosa Fröhlich, con la que se casa, y que lo convierte en una mezcla de bufón y eunuco. El relato de Heinrich no tuvo mucho éxito, a pesar de algunas circunstancias favorables: el ambiente intelectual y artístico estaba conmocionado por la aparición de Sexo y carácter (1903), un polémico libro de Otto Weininger (1880-1903), otro judío vienés que, además, era homosexual. La obra de Weininger, racista, de una terrible misoginia, condenaba no sólo a las mujeres y a los judíos como seres inferiores, sino también a los homosexuales. El tratado tuvo una enorme repercusión en una época en la que se asistía, al mismo tiempo, al crecimiento del feminismo y del antisemitismo. En cierto modo, esas páginas eran la sentencia de muerte de su propio autor. Weininger se suicidó a los 23 años. Rosa Fröhlich (la Lola-Lola del film) parecía ilustrar ciertos aspectos de las tesis de Weininger acerca del carácter infrahumano, casi bestial del sexo femenino y de su capacidad para degradar a los varones heterosexuales. 

   En 1929, en el período final de la República de Weimar, llegó a Berlín Joseph von Sternberg, Jo, un director de cine que había nacido en Viena, pero que se había criado en los Estados Unidos. Sus primeras películas en Hollywood habían sido muy apreciadas por los colegas. Jo era de familia judía y el von se lo habían agregado los estudios a la hora de poner los créditos a uno de sus films.
  
    Von Sternberg pensó en filmar El ángel azul, film sonoro, en inglés y en alemán, y distribuir la producción en Alemania y en Estados Unidos. Tenía al protagonista masculino ideal, el suizo-alemán Emil Jannings, al que ya había dirigido en La última orden en Hollywood. Con esa película, Jannings había sido el primer actor extranjero en ganar un Oscar. Von Sternberg quería una actriz alemana para interpretar a Lola-Lola y empezó a hacer pruebas a todo tipo de intérpretes. Alguien le sugirió que fuera a ver la revista teatral Dos corbatas, donde aparecían muchachas hermosas, entre ellas Dietrich. Cuando le dijeron a Marlene que Von Sternberg asistiría al espectáculo, se burló. En primer lugar, le parecía ridículo que un judío camuflara su origen racial y el hecho de ser plebeyo con un von; además, ella no se imaginaba representando a una prostituta grosera. Por supuesto, Von Sternberg reparó en Marlene y ella, que sabía cambiar de opinión cuando le convenía, aceptó hacer una prueba. Primero, mantuvo una gran discusión con su esposo, Rudolf Sieberg, que era sobre todo su amigo íntimo (ningún amante de ella ni de él logró quebrar jamás ese vínculo). Marlene quería ir a la prueba vestida con ropa prostibularia. Según ella, la habían elegido por su trasero jugoso y, por lo tanto, había que subrayar ese atributo. Rudolf, en cambio, le aconsejaba que llevara un tailleur. Marlene le hizo caso. Apareció frente a Von Sternberg con su mejor traje y guantes blancos de cabritilla. La vistieron con un conjunto de cabaretera. Horrible según Dietrich. Antes de empezar la prueba, Marlene le adelantó a Von Sternberg que no era fotogénica y que su nariz respingada se parecía a la cola de un pato. Von Sternberg supo de inmediato que había hallado a la intérprete justa.

   Marlene invitó a Von Sternberg a su casa y, desde entonces, él pasó a ser su adorado Jo. Dietrich le encargó a Rudolf una misión: debía convencer a Jo de que le dejara entera libertad a su nueva estrella para crear la imagen de Lola-Lola. Jo accedió. Al día siguiente, la casa de Marlene se convirtió en una especie de mercado de pulgas. Desparramadas por los cuartos, había faldas de terciopelo, seda, chiffon, lino, túnicas bordadas de lentejuelas... Una de las debilidades de Dietrich era comprar ropa usada y accesorios para posibles papeles. Pero los objetos que la rodeaban no terminaban de componer el personaje de Lola-Lola. De pronto, tuvo una inspiración. Vamos a ver a las putas, le dijo a Rudolf. Mientras recorrían las calles y observaban a las putas, se acordó de una travesti muy inventiva. La encontraron. La travesti, en esa ocasión, se exhibía en liguero con un sombrero de copa blanco y medias de seda negras. Marlene la miró con admiración y exclamó: ¡Quiero su calzón! Lo tuvo. Había descubierto que la mujer deseada por un hombre, esa mujer arquetípica que la mayoría de las mujeres, ciertos homosexuales y todas las travestis anhelan ser era una apariencia. Y en el reino de las apariencias, la verdadera reina, la poseedora de todos los secretos, porque precisamente no había nacido mujer, era lo que hoy llamamos una drag-queen.







   Cuando Von Sternberg vio a su actriz arreglada como la travesti, según las propias palabras de Dietrich, la miró con esa especie de ojos barrocos y le dijo: Marlenchen, es extraordinario. Simplemente extraordinario. Había nacido la imagen de Lola-Lola, uno de los íconos del siglo XX, pero también se había abierto la caja de Pandora. Con el tiempo, ya no bastarían ni la naturaleza ni el maquillaje ni el vestuario ni el bisturí ni las inyecciones ni las sesiones agotadoras de gimnasio para ser mujer (o para ser hombre) porque siempre es posible serlo un poquito más.

   Von Sternberg le exigió a Marlene que, como la cabaretera, hablara con la entonación vulgar de una prostituta y en argot. Ella no lo hacía bien, pero no porque no conociera el argot ni ese tipo de entonación, sino porque no quería mostrar delante del equipo y, sobre todo, delante de Jo, cuánto había frecuentado los bajos fondos, por los que siempre se sintió atraída.





   La película se estrenó en Berlín y tuvo mucho éxito. La Paramount le ofreció a Marlene un contrato en Hollywood y, después de una negociación, ella viajó a Estados Unidos para filmar Marruecos, con Gary Cooper. La Paramount retrasó el lanzamiento de El ángel azul en América hasta que se estrenara Marruecos porque quería crear una campaña en torno a la nueva actriz que le permitiera competir con Greta Garbo. Entre tanto, la prensa hablaba de las piernas de ensueño de Marlene. Von Sternberg, que dirigía Marruecos, resolvió que, en vez de mostrar las célebres piernas en la primera escena de la película, las iba a cubrir por completo, para crear suspense. Por eso, se ve a Marlene vestida con un frac y galera negros al comienzo de Marruecos. Por si fuera poco, en esa secuencia, ella tomó la gardenia que lucía en el pelo una de las extras y besó los labios de la muchacha. El primer gesto galante de la bomba sexual alemana era el de una lesbiana.

   La imagen de Lola-Lola en el cabaret se impuso de un modo que trascendió las épocas. En 1971, Luchino Visconti filmó La caída de los dioses (la acción transcurre en la década de 1930) y eligió a su amante, Helmut Berger, para interpretar el papel del perverso y poderoso heredero Martin von Essenbeck. Este aparece en una representación de homenaje que se le rinde a su abuelo en el teatrito de la mansión familiar, maquillado como Lola-Lola y con el mismo tipo de ropa: tacos altos, medias negras, liguero y galera plateada. De un modo curioso e irónico, Berger, travestido por Visconti, no hizo sino volver a las fuentes: Lola-Lola, emblema de la sexualidad femenina, había sido, en su origen, una travesti anónima.

   En 1939, Marlene Dietrich tomó la ciudadanía estadounidense y, cuando su patria adoptiva entró en guerra, fue al frente para animar a las tropas aliadas. Llevaba el uniforme militar con una curiosa e inimitable mezcla de gracia femenina y virilidad bélica. La mujer peligrosa e irresistible de sus films se había transformado en una militante de la democracia, que cultivaba su aura de comehombres con nostálgica ironía. Hacia el final de su vida (cuando tenía 90 años), el coqueteo con sus fans era epistolar o por encomienda. A un admirador le enviaba por correo, de manera regular, un paquete con la ropa interior (sin lavar) que había usado la semana anterior para que él se entregara al ensueño, mientras miraba las fotos de El expreso de Shanghai.

   De un modo paradójico, el desparpajo y la libertad de su comportamiento contribuyeron a diluir de la vida, pero no de la fantasía de los hombres, el espejismo de la fatalidad encarnada en el sexo femenino, pero también crearon la quimera de una mujer que para serlo, debe imaginarse que no lo es, aunque lo certifiquen los documentos, y ponerse a trabajar en el asunto porque el género, como todo en este valle de rimmel y lágrimas, ha terminado por ser una cuestión de perseverancia.

Hugo Beccaccece







Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1345449-la-ardua-tarea-de-ser-mujer

sábado, 12 de julio de 2014

Videoteca. Glamour




  
   Los orígenes de la palabra glamour pueden ser rastreados en el siglo XVIII  hasta la Escocia de raíces célticas. Es una alteración del vocablo latino grammar puesto que se denominaba glamur a prácticas asociadas al ocultismo y a los poderes mágicos para atraer o excitar que tienen algunas personas u objetos.

   Se me caracteriza en todos lados por mi devoción al glamour. Soy una Dómina glam. El glamour me otorga ese poder, que en mi caso no es mágico ni oculto sino visible y explícito. Es un canto a la magia y al glamour femme. Estos son diez comerciales en donde las divas brillan con toda la luz del glamour. Estoy muy segura que a los antiguos escoceses les hubiera gustado verlas.


Puesto 10.  Claudia Schiffer.

Claudia Schiffer, Cindy Crawford y Helene Christensen eran la Sagrada Trinidad de Revlon de los años noventa. En este breve video, como en tantos otros de Revlon, se la ve a Claudia riendo y disfrutando de su melena rubia y sus labios rojos. Seducción y goce para la noche y para el día, en fiestas, yates y piletas. Un majestuoso símbolo de una era dorada, irrepetible. 





Puesto 9. Gwen Stefani.

Qué mejor que un rouge rojo fuego de L'Oreal París para una hermosa rubia platinada? No preguntes el porqué.  Because we're worth it.





Puesto 8.  Rihanna.

El rimmel de pestañas de Covergirl y los famosos ojos verdes que encandilan. Nuestra época también tiene sus divas y mi Magazine siempre está listo para homenajearlas





Puesto 7.   Linda Evangelista.

Nuevamente L'Oreal, nuevamente labios muy tentadores en otra de las grandes reinas del modelaje de los años noventa.



  
Puesto 6. Kate Moss.

El inconfundible estilo de Jonas Akerlund deja su sello en esta mini obra de arte que nos recuerda a los días londinenses de Girl Panic por la música de Duran Duran y el derroche de lujo y glamour que se desparrama a cada segundo. Kate deja un beso en el espejo, se da el último retoque paseando en una Jaguar Limo por París y se luce para los fotógrafos. Ella confía en su lipstick de Dior, Addict Kate, porque una dama nunca sale sin su lipstick favorito. Be iconic.






Puesto 5. Marilyn Monroe.

Para el número 5 de mi lista, que mejor que un homenaje al Chanel N° 5. Un video muy interesante en donde Marilyn, con su propia voz, nos cuenta la famosa anécdota. Ella duerme con unas gotas de Chanel. What do you wear to bed? Just a few drops of N°5.





Puesto 4. Jaclyn Smith.

Good morning Angel, diría Charlie al ver a la mujer más hermosa de aquellos hermosos años en donde el frizz en la melena era un detalle deliciosamente sexy y a nadie se le ocurría la estupidez de combatirlo. La sonrisa de Jaclyn es la mejor carta de presentación para el lipstick de Max Factor, que la une junto a Rita y  Marilyn en un trío soñado. Tres divas de tres épocas irrepetibles. The glamour goes on, dice Jackie. Thanks Max .






Puesto 3. Dita Von Teese.

Dita presenta su perfume Erotique con este video que la muestra en galera, botas y guantes de cuero.





Puesto 2. Katy Perry. 

Una moderna María Antonieta se rebela contra sus valets, se suelta su lustrosa melena negra y con la inmortal melodía de Freddie Mercury, se transforma en una sensual Killer Queen para coronarse con su perfume. She keeps Moet et Chandon in her pretty cabinet, "let them eat cake"she says just like Marie Antoinette......






Puesto 1. Charlize Theron. Grace Kelly. Marilyn Monroe. 

Dior una vez más nos regala la más hermosa de las fantasías. El momento sensual y femenino perfecto. Charlize Theron llega al backstage de un desfile en donde la visten y la maquillan. Comparte espejos y glamour con otras modelos, entre ellas Grace Kelly y Marilyn. Qué se puede decir? J' adore, Dior









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