domingo, 17 de julio de 2016

Dadaísmo en el sexo BDSM







   Cien años atrás, el 14 de julio de 1916, el poeta Hugo Ball leyó un manifiesto frente a los asistentes del Café Voltaire de Zurich. La ciudad se había transformado en un hervidero de intelectuales y artistas procedentes de toda Europa, por obra y gracia de la neutralidad suiza en la primera guerra mundial. El movimiento al que Ball daba formalmente inicio había nacido de las reuniones en el propio Café Voltaire y se denominó dadaísmo. Su hermoso y utópico objetivo era hacer tabla rasa con todo convencionalismo artístico y moral. Con su proclamación de que toda obra humana podía ser considerada como arte, precursor del pop art, de los happenings masivos y de los movimientos contraculturales del siglo XX, Dadá cuestionaba el concepto mismo de arte en un intento supremo por liberar la creatividad humana de toda restricción.

   Mientras tanto en Nueva York, Marcel Duchamp, el pintor francés que había huido de la guerra como tantos otros, se había convertido en el referente de otra efervescente movida cultural. En 1917, la Sociedad de Artistas Independientes a la que Duchamp pertenecía, organizó una exposición de arte sin premios ni jurados. Allí Duchamp presentó una obra que lo haría célebre. Firmó un urinario con el pseudónimo R. MUTT y lo envió a la exposición con el título de Fuente. 






   Así fue como Duchamp y su grupo comenzaron a ser conocidos como los dadaístas de Nueva York. Para 1919, Duchamp realizaría su ready made más famoso: los bigotes y la barba sobre la Gioconda, titulada L.H.O.O.C. que significa Elle a chaud du cul (Ella tiene el culo caliente). Así Duchamp dinamitaba el respeto histórico por el arte, por aquello que se exhibe y se estima como arte, usando un procedimiento simbólico para quitarle valor histórico.




   Un siglo después, el BDSM nos encuentra navegando en una corriente de sexualidad Femdom que también explora formas de dinamitar en forma simbólica los valores patriarcales que solemos tener incorporados como propios en nuestra sociedad. Los hombres siempre necesitaron controlar la propia inseguridad de no poder satisfacer sexualmente a la hembra y enfrentados al abismo del temor, no suelen encontrar mejor método que intentar controlar a la misma hembra. La dominación femenina no sólo rompe todo control sino que propone recorrer nuevas  superficies de placer como el cuckolding y la sissificación, que juegan con el tabú de la ruptura de la identidad masculina tal como ha sido vista históricamente. 

   El cuckolding pone en juicio la capacidad del hombre para poseer a su esposa en su doble acepción de ser el único capaz de llevarla hasta el orgasmo y de ser el único autorizado a poseerla como algo propio que jamás puede cederse porque se necesita dormir con la seguridad de que los hijos (los futuros herederos) son de su sangre. Enfrentando estos temores tan ancestrales, la esposa cuckoldress es libre para gozar de los hombres que la atraen incluso en la presencia del marido cornudo; a veces él debe acompañarla en sus correrías haciendo de chofer o criado, limitado a un rol secundario o simplemente observando.

   En el sissismo, el sumiso es vestido de mujer haciendo entrega de la actitud viril que está asociada a la dignidad del varón. Así como la chica cross se dedica a perfeccionarse como mujer sin que haya necesariamente una excitación erótica de por medio, las sissies son sumisos feminizados por una Dómina mujer con un necesario nivel de forzamiento sexual que puede incluir escenas de sodomía, humillación, ridiculización y prostitución forzada. En la petticoat discipline (disciplina en enaguas) la sissy goza y se complace en entregarse para ser usada por la mujer sádica que la domina como mucama o putita, destruyendo en forma ritual toda relación con la clásica imagen masculina.

   En esta semana en que se cumple un siglo de aquel manifiesto de Zurich que dió impulso a todo un movimiento que fue artístico y revolucionario a la vez, quiero afirmar que al celebrar nuestras sesiones, las dominatrices estamos haciendo mucho más que entregarnos al goce sádico de los sentidos. Al estar nuestros rituales tan cargados de simbolismos, nos hemos convertido, quizás sin saberlo, en las modernas dadaístas del sexo. A lo largo de los años, entre orgasmos y risas, hemos transformado a los cuerpos humanos sumisos en orgiásticas obras de arte que encubren sutiles operaciones de desmonte de todos los convencionalismos patriarcales. A cien años del nacimiento de Dadá, creo que Hugo Ball y Marcel Duchamp estarían muy orgullosos de Nosotras.





domingo, 3 de julio de 2016

Mamie Van Doren


  De las famosas rubias 3M que incendiaron las pantallas en los años cincuenta y sesenta, Monroe (Marilyn), Mansfield (Jayne) y Mamie, no cabe duda que la primera fue la más famosa pero la última fue por lejos la más sexual, la más pecaminosa y prohibida.

   Nacida en 1931 como Joan Lucille Olander en Dakota del Sur, Mamie ya estaba instalada en Los Angeles para 1942. Elegida Miss Palm Springs en 1948, Mamie firmó en 1953 su primer contrato con Universal Studios y se convertiría en la bad girl por excelencia, una versión platinada de pinup a la Bettie Page capaz de erotizar a hombres y mujeres por igual. En Untamed youth, se consagró como la primera mujer en cantar una canción con ritmo de rock and roll en el cine. Esta es su primera aparición en mi Magazine pero prometo que no será la última. Para mi calendario de julio, Mamie Van Doren.




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