miércoles, 31 de octubre de 2012

Halloween. Dame tu cuello


    



   Querida Lady Roxy:   

   Siempre, desde adolescente, sentí atracción por las mujeres vampiro. Y del vampirismo a lo gótico sólo hay un paso.  La mujer vampiro siempre me generó una mezcla de miedo y deseo. He visto algunas películas en las que la vampira con su sensualidad atrae a la victima (un frágil mortal como yo) y lo seduce para que caiga en sus redes... siempre me calentó ese juego y no se si podria resistir a esa clase de invitación, aun sabiendo que es una trampa.  Tal vez embriagado por el deseo y la excitación, iría como hipnotizado a su boca, su cuerpo.  Vos, Lady, tenés en algunos momentos la estética gótica, la estética vamp, que me mata.

   Este admirador mío sabe que de alguna manera u otra, al enviarme este mensaje tan concreto, pone con elocuentes palabras una estampa de Mi lado oscuro que cada vez es más luminoso y casi transparente. Hoy estamos en Halloween, no es luna llena y estoy muy lejos de algún castillo pero siempre llevo conmigo el deseo de que Mis colmillos insaciables pueden mostrarse afilados para salir en búsqueda de algún cuello que no me dará la vida eterna pero sí el  perverso placer de mi juego de poder y si todo sale como espero, esa víctima de mi succión no se convertirá en murciélago humano, como cuenta la leyenda, sino en la criatura que alimente mi lujuria por esa noche. Sin meterme mucho en fábulas por todos conocidas, quiero manifestarme en defensa de la victimaria, librando de  responsabilidad a la mujer vampira en la consumación de la mordida y posterior sangrado de la víctima. Me siento libre de toda culpa. Declaro que no me interesa hacerme cargo de las acciones ni de sus consecuencias, a diferencia de tantas mujeres que recorren el BDSM y que sólo parecen buscar, a tientas, alguien que las redima y se haga responsable de sus tentaciones (y así también de sus posteriores desilusiones). 

   Hoy defenderé mi causa, mi sado, mi sensualidad, mi femineidad y mi insaciabilidad vampírica. Dejando de lado toda vianda macabra y apelando a la estética sin dejarme llevar por ningún lúgubre transfondo, espero reinterpretar el arquetipo de Vampiresa para absorber su esencia sádica, caprichosa, ambulatoria, nocturna, romántica, lasciva....

   Mi defensa se sostiene en el hecho innegable de que las víctimas del Sado, Sensual y Femenino son voluntarias, muy capaces de poner en riesgo su cabeza con tal de experimentar el goce de ser mordidos en su cuello y llevados a las oscuras y febriles cuevas donde reina el Fem-Dom. No son tan incautos como los niños víctimas del Conde, son tipos y féminas que saben lo que quieren, viajeros, sadonautas, masturbadores de noches vagabundas y clandestinas. Todos adultos, cuerdos y con alto hematocrito. Jamás cuestionan el autoritarismo abusivo e imperial de la Señora. Se agazapan y se repliegan a Mi paso, con temor pero también con una fuerte pulsión a entregarlo todo y a desear ser devorados por la Hembra Vampira Mantis Religiosa. Estén bien erectos o todas  mojadas, buscan  algo, quieren más,  lo quieren entregar todo.

   La Mujer vampiro gótica de la que mi amigo hablaba, con esas características tan peculiares y bien definidas, no deja de ser prima hermana de la mujer fatal, de larga tradición en el cine. Mujeres que son capaces de desplegar a su paso un aura, un atractivo que las vuelve irresisitibles ante la  mirada masculina. Ellos pretenden jugar con ella, disfrutar de su seducción pero lentamente terminan envueltos en sus redes como dóciles juguetes, poniendo su sexo, su billetera, su tiempo y su vida misma a disposición de la sádica vampiresa que siempre exige más. En el cine y en las novelas siempre ellas, después de haberse divertido mucho y saciadas en su ansia cruel, al final pierden y reciben su justo castigo mientras el muchacho es redimido o cae también, víctima de haber cedido ante tamaña tentación lujuriosa.

   Pero la  vida no siempre es como una novela. A veces, en los finales de la realidad, las vampiresas ganamos. Y ellos, los absorbidos y esclavizados, los victimizados y sometidos, también reconocen, cansados pero sonrientes, que nunca la pasaron tan pero tan bien.
   



viernes, 19 de octubre de 2012

Tributo a mis primeras botas


I've got you, under my skin (Te llevo bajo mi piel)

Cole Porter
  
   Me acordaba de esta vieja canción que inmortalizó Sinatra cuando por estos días me tocó abrir un placard de mi casa de fin de semana que estaba cerrado desde el verano, por temas de obras y refacciones y me las encontré a ellas, llenas de polvo, gastadas, pero con la dignidad intacta. 

   Fueron a parar ahí hace años, cuando decidí que ya era el momento de pasarlas a retiro. Fueron mis girls favoritas durante años y no puedo quejarme que me hayan fallado ni una sola noche. Mis primeras botas fetichistas. Las compré en una galería del barrio de Once en momentos en que el dinero no sobraba, cuando de todas formas no se veía aún en las vidrieras el lujo y el glamour que llegaron años después en la moda para botas de taco alto. Tenían puntera redondeada, típicas de aquel año, puntera que nunca me gustó demasiado (las miro hoy y esa puntera sigue sin convencerme). Eran de plástico, como de plástico eran el taco aguja y las plataformas. La gran mayoría de las clientas de ese local compraban botas durante el día para usarlas en el duro trabajo de la noche. Fueron reparadas y pegadas varias veces y cada marca y cada cicatriz cuenta una historia. Cada una de esas historias tiene varios protagonistas y testigos pero sólo aparecieron en uno o en algunos episodios. Sólo yo soy y seré la única dueña de la totalidad de la historia.  

   Ellas conocieron y se estremecieron con mis orgasmos. Durmieron  muchas veces tiradas bajo la cama porque no tenía fuerza para guardarlas, y ahí abajo quedaban algunos días. Reposaron en cajas y estantes superiores de placards gracias a las dotes de mi marido sumiso para acomodar un volumen cada vez mayor de prendas femeninas en el mismo espacio. 

   Supieron de viajes a la costa, de vacaciones, escondidas entre barrenos  y juguetes infantiles. Sus tacos desgarraron algunas de mis sábanas, marcaron espaldas, clickearon por flamantes pisos flotantes de madera pese a las advertencias de algunos señores muy severos que recelaban de las marcas que podían dejar, caminaron por shoppings y galerías elegantes para delicia de voyeurs fetichistas y miradas desaprobadoras de señoras formales pero también conocieron de adoquines imposibles, se enredaron en caños de poledance, entraron a hoteles frecuentados por travestis y a reservados swingers, posaron para una vieja cámara analógica pisando barro (mud fetish), apretando los pedales del auto (pedal pumping), y aplastando juguetes (crushing). Como falos despiadados, los clavé en culos abiertos de hombres y mujeres. Eyaculé gracias a ellas.
 
   Fueron lamidas y besadas por chicos jóvenes que se iniciaban así, conmigo y con ellas, en la dominación fetichista. También las adoraron algunos maridos swingers, que descubrieron ese placer prohibido de ser sometidos por una desconocida, frente a la mirada desaprobadora de sus esposas, muy dispuestas a un convencional y vainillesco intercambio de parejas pero nunca para ver un espectáculo así. Señoras madres de familia se desnudaron para montarlas inundándolas con sus flujos en cabalgatas lésbicas inolvidables, desatando pasiones y lujurias que, confesión posterior en el baño de mujeres, nunca antes habían vivido. 
  
   Limpiadas y vueltas a ensuciar una y mil veces, sé que jamás podría tirarlas. Por eso, como un especial homenaje a mis amadas de tanto años, estas son fotos personales tomadas hace muchos años, calzándolas con placer. Son como carne para mí, ellas me llevan bajo su piel y me envuelven. Les limpio la suciedad, las acaricio, las beso y las guardo en una caja. Yo sé y ellas saben que nunca nos separaremos.
   














lunes, 15 de octubre de 2012

Mis maestros sumisos





   La Madre Teresa decía que los mejores maestros son los hijos. Quiero recrear la sabiduría escondida en esa frase y transportarla al BDSM. Para Mí, los mejores maestros han sido y son los sumisos.

   Una vez escribí en un sitio BDSM que ya no existe: Hubo una vez un tiempo en que yo no era una Dominatriz con libertad. Hasta que algunos valientes sumisos se atrevieron a cruzar el foso del castillo y liberaron a la Dominatriz que estaba encerrada en la torre de su pudor y prejuicios. Fueron esos mosqueteros valientes quienes en lugar de luchar contra los dragones de sus fantasías, me buscaron y decidieron arder en el fuego de Mis Dominios eróticos.

   Tengo claro que yo no me hice dominatriz para ellos para Mí pero ellos contribuyeron a que yo sea lo que Soy. Yo no fui a ninguna escuela, ni seminario ni bootcamp de Femdom. Lo que observé en otras Amas en sesiones colectivas no resultó ser, salvo excepciones, otra cosa que el clásico BDSM con reglas dictadas por hombres pero interpretado por mujeres. Los mismo códigos, las mismas reglas pero con los sexos cambiados. 

   Si bien nunca descuido la parte erótica de mi personalidad de mujer, sé que si quiero avanzar para encarnar una obra única en el mármol, debo aprender a esculpir pero debo saber primero que existen las esculturas de mármol y aprender de los escultores capaces de hacerlas surgir de la piedra y no los albañiles chapuceros que sólo saben recitar las mismas fórmulas de siempre sin siquiera saber quien las escribió.

   He tenido una Femdom partime a mi lado que es la Señora Suerte de estar quizás en el momento oportuno en el lugar correcto pero la otra parte la hice yo misma asistiendo a clases que la misma vida me ha dado, observando a los hombres sumisos en situaciones sexuales, escuchándolos de primera voz, sin darle importancia a la típica mediocridad pedagógica que recita el librito antiFemdom power. Ese pasquín berreta, ese mismo librito nefasto que descalifica las fantasías, el sexo carnal, el poder de la belleza, la parafernalia fetichista; todo lo lindo, lo bello, lo atractivo, lo placentero, en nombre de una supuesta dominación femenina real sin estereotipos.

   Me puse encima todo el sado, no del librito del sano, seguro y consensuado sino el Hacer lo que quiero, donde, cuando y a quien quiero. Y yo no sé si fue casual, pero conocí a quienes se prestaron a mi lección más de lo que yo misma hubiera querido aprender. A más gente sesionaba, más aprendía de mi misma y del poder que nace de Mí. 

   Quizás tenga una visión muy personal y subjetiva pero he descubierto que siendo yo sádica y actuando sádicamente con quienes gozan de mi sado, la mayoría de ellos no son masoquistas. O lo son pero se lo olvidan por un rato para seguirme en mi juego, para gozar de mi sadismo. Ese sadismo transgresor es el pupitre en el que apoyo Mi libro, pero no es el contenido del libro. El contenido es el sumiso o la sumisa que está ahí, abajo, gozando a la par. 

   La sensualidad no la aprendí enfrente del espejo, allí puedo hacerme más bella, pero es la respuesta del otro lo que me fue enseñando qué me va mejor o qué me empeora. Muchas veces no fui consciente del poder que irradiaba de mí en determinadas posturas o situaciones pero fue la respuesta del sumiso la que potenció ese poder hasta el límite, especialmente en el caso de las mujeres sumisas.

   Los sumisos me adoran así; sádica y morbosa. Adoran verme reír, verme gozar gracias a ellos. Les gusto caprichosa, desafiante, con vida propia. Les gusta ir descubriendo en Mí, las distintas facetas eróticas de una mujer sexual. Ya me rescataron, ahora disfrutan gozando y además son mis valientes escuderos que me defienden de los feos y mediocres dragones que me acechan.







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