lunes, 29 de abril de 2013

Feminización....forzada?


    Hace ya un mes, en una de estas mañanas de fin de verano, mientras desayunaba, me puse a hojear unos antiguos apuntes que había escrito sobre Sacher-Masoch y su Venus. No es la primera vez que me descubro presa de la excitación que el romántico incurable y empedernido que fue Leopoldo genera en mi psiquis de domme pero esta vez, por algún desconocido motivo (un sueño erótico de la noche anterior?) me sentí extrañamente excitada y enamorada. Me emocioné con el concepto de la hipersensualidad como principal atributo de su Venus (la mujer ideal) y de inmediato sentí en mi interior una pulsión a jugar a ser hipersensual. Pero esa mañana, mi rutina no me ofrecía masturbarme ni citarme con un amante o visitar algún sex shop. Diagramé entonces en mi mente, siempre ansiosa por conocer nuevos placeres, un nuevo recorrido para cumplir con mis flamantes deseos. Tengo buena memoria para recordar algunos lugarcillos de segunda categoría (ningún degenerado merece mercadería de calidad) y allí fui a batirme a duelo contra la ciudad de la frigidez mental, sin lanza ni espada pero con rouge y tacos altos. En mi memoria resonaban ciertas frases que dotaban a mi espíritu tanto del sadismo del Marqués como de la pasión de don Leopoldo.
   
   Media hora de viaje y estaba ya en ese lugar, plagado de clientas mal vestidas, con dos o tres vendedoras mal pagas, alfombras raídas, una escalera caracol por donde las cajas eran subidas y bajadas y sin lugar para probarse los zapatos y mucho menos botas. Pero a mí, esta vez, no me interesaba probarme nada. Pedí que me trajeran el par de botas blancas de charol de la vidriera, numeración cuarenta y tres. Por supuesto, la joven que atendía, intentó cumplir con mi pedido sin demasiado entusiasmo. Resumiendo, las únicas que había eran cuarenta y cuatro, un número más que el que correspondería, pero por lo menos me iba aproximando. Decidí llevarlas; mi elegido sólo tendría que usar con ellas un par de medias gruesas por debajo de las sublimes lycra pantyhose ultraopacas que ya le había asignado en mi imaginación.
  
   Las que vivimos en botas por la vida, sabemos que más allá de la belleza indiscutible de las botas negras (las amadas blackies) o las rojas, las botas altas blancas de charol son más "guerreras". Calzarlas te hacen sentir una superhembra, protagonista  o continuadora de la saga de Barbarella. Ni hablar si son como éstas, que vienen con plataforma y taco aguja de quince centímetros. Un par de botas blancas así te dirian: Somos las botas de una heroína erótica, te gustaría tener algo con nuestra dueña?
   
   Cuando despues de pagarlas de contado, billete sobre billete, salí del decadente lugar con las acharoladas mal envueltas en una bolsa de feria barrial (la caja no existía porque estaba deshecha), lo hice con una sonrisa de complicidad ante mi libido en franco ascenso y me dirigí hacia la estación de subterráneo. Para mi sorpresa, sobre la vereda, me topé con una mujer negra (luego me dijo que era nacida en Sudáfrica) que vendía esas pelucas baratas, sintéticas, de kanekalón. Sin dudarlo, le pedí la más larga y rubia. Sólo tenía una, de un rubio oscuro (quiero decir que no era la típica platinada marilyna) pero bastante larga y a como venían las opciones, era la única decente por esa zona. Obviamente  me la entregó apenas envuelta en una bolsita de nylon y dándome escasas instrucciones sobre cómo mantenerla y falsas promesas que habría mas rubias para la semana siguiente y al mismo precio.
  
   Los demás elementos para travestir a mi Marilyna serían provistos por mi propio guardarropa con prendas y accesorios largamente usados en combates sexuales y que habían sido descartados por quedarme grandes de talle o ensanchados o algo gastados de tanto lavarlos. Todos bien traqueteados por años de puteríos indiscriminados. Ninguno de primera marca francesa, ninguno para uso discreto por parte de una señora, sino todo lo contrario: atuendos juveniles, brillosos, de colores bien estridentes. Me gusta que mis Marilynas sean muy llamativas. O tal vez, lo que me gusta es que sean muy putas.
  
   Guardé el tesoro en el placard de mi dominado esposo que a esa altura ya había dejado un mensaje en el contestador con algunas cuestiones familiares a resolver pero sin la más mínima sospecha sobre mi compra kinky. Me causó gracia escucharlo, lo llamé y le di una excusa falsa (a veces no le cuento la verdad total, digamos que se la doy en forma parcial). Luego me dediqué a otras cuestiones y durante el día me olvidé del asunto.
   
   Rutina por medio de la cena familiar, aun él no se había percatado del maltrecho paquetón oculto en el píso de su placard. Yo me sentía otra vez como en las épocas en que ocultaba los regalos a los niños para Navidad. Ya cerca de la hora de ir a dormir, durante la ducha de él, desplegué en la intimidad del dormitorio, sobre el cubrecama todo aquel tesoro de Marilyna. Parecía, o al menos así era para mi ansiosa mirada, que todo aquello era el contenido del cofre de un corsario, lleno de joyas preciosas y desconocidas, brillantes, resplandecientes, valiosísimas. Alhajas sissificantes.
   
   Lo que sigue quedará para siempre atesorado en nuestra memoria de pareja, en nuestra intimidad. Así lo he decidido. Todas las sonrisas de Bettie desplegadas, pero esta vez por ambas. Feminización forzada.....o no tan forzada. Mujer y sissy: un mundo tan audazmente marilyno, sado, sensual y femenino










martes, 16 de abril de 2013

El bello sexo




   
   Una de las tantas medias verdades que circulan desde tiempos inmemoriales afirma que la verdadera belleza está en el interior y que lo importante es lo que no se ve. Innumerables cuentos, historias, películas, novelas, son protagonizadas por las malvadas que a la vez son malignamente atractivas y que al final reciben su merecido mientras las Floricientas de turno, sin mucho sex appeal pero con un corazón de oro, ascienden al Olimpo del matrimonio feliz del brazo del galancito de turno en medio de fuegos artificiales y aplausos de las señoras de la teleplatea. 

    Existen muchas formas de entender y asimilar el placer que nos genera las relaciones de dominación, el BDSM en general y el sadismo en particular. Mi visión, sobre la que alguna vez escribí, es que dominar significa darme los gustos. Mi devoción por la estética ocupa un rol principal entre esos gustos. Me refiero concretamente a la belleza que es captada por los sentidos, que por esa misma razón siempre está asociada a lo sensual. La belleza femenina me cautiva y me atrae. Cuando me veo bella o cuando veo bella a otra mujer me siento excitada y estimulada. La clásica mujer fetichizada, sado y sensual,  pertenece al selecto grupo de las imágenes más hermosas de mi catálogo, así como los fetiches basados en vestimentas y accesorios femeninos diseñados para vernos más atractivas son las armas de seducción más poderosas que conozco. Su uso me transporta a un mundo mágico, así lo describí meses atrás cuando los definí como los ornamentos de una profana hermandad.

   Cuando nos ponemos lindas, en primer lugar nos seducimos a nosotras mismas y luego a los demás. Casi sin darnos cuenta, nuestra manera de hablar, de movernos, de comportarnos, no son las mismas que las que usaríamos en lo cotidiano. Es como si el rol estético que hemos elegido para ese momento, especialmente si es nocturno, nos transmitiera un aura, unas formas que trascienden lo superficial. Las chicas cross saben muy bien de que estoy hablando, ellas manejan ese código a la perfección. Recuerdo haber leído en un foro estadounidense de temática crossdressing a una forista que confesaba que después de darle muchas vueltas al asunto, se convenció a sí misma que vestirse de mujer la complacía porque así era como podía sentirse bella y eso la hacía feliz. To be pretty era su objetivo. Muy válido, en mi opinión.

   Las mujeres que rechazan, desde una postura supuestamente superadora, el poder y la atracción que la estética ejerce sobre los demás, lo hacen desde la negativa convicción que no encarnan ningún ideal de belleza ni tampoco pretenden hacerlo. Aprecio muchísimo a la luchadora que rompe moldes y se niega a aceptar pautas estéticas impuestas desde afuera pero me consta que cuando una mujer critica o desprecia el status de bella que otra posee, lo que en realidad está condenando son sus propias carencias. Porque una cosa es que a ella no le importe como se ve a sí misma y otra muy distinta es que sí le importe (y negativamente) como se ven las demás. El argumento comúnmente esgrimido es la rebelión contra un modelo impuesto socialmente. Muy pocas son sinceras en este punto: la mayoría miente porque lo que hacen es disimular su desidia y el poco cuidado que tienen por sí mismas tras la bandera de una posición supuestamente rebelde y contestataria. Critican el concepto de la estética femenina basada en la exaltación de la belleza porque saben que transfiere a la mujer que la emplea un enorme poder que ellas envidian, y lo que es peor, no están dispuestas a hacer el más mínimo esfuerzo por suplir de alguna forma esa carencia. Helena Rubinstein, que algo sabía de todo esto, les hubiera contestado con su célebre frase no hay mujeres feas, hay mujeres haraganas.

    Minón debería ser un elogio pero a veces es un estigma, una mochila con la que una mujer atractiva pareciera deber cargar. Lo que nunca se atreven a decirnos es que el poder implícito que descansa detrás de la hermosura femenina y la seducción de la mujer es estigmatizado porque en realidad es temido. 






miércoles, 10 de abril de 2013

En los túneles de la Superdómina


   En cada encuentro con mis adorables sumisos de sesiones espontáneas, sé que debo vencer hasta el knock-out al atávico, cultural miedo que gana terreno en ellos acompañado de la consecuente timidez explícita a expresar lo que sienten. Ni hablar del consabido pánico que tienen a equivocarse en algo que dicen y así perder su chance en la fiesta, como correspondería a todo varoncito de esperable éxito. Los comprendo, para aquellos que todavía no me conocen, la sensación es equiparable a enfrentarse cuerpo a cuerpo (literalmente) al Minotauro del túnel del BDSM. Ellos llevarán, al menos por un ratito, la antorcha encendida para disipar la oscuridad y no extraviarse en el mundo de túneles y pasillos poblados de temores y prejuicios. Soy Ama y Señora en esa lucha tan dispar, tan injusta, tan ganada de antemano y que, paradojas del sexo, resulta ser tan placentera para el perdedor una vez consumada su derrota.

   Esas mansas cesiones de poder a mi ya inmenso ego de Dominadora son las que me alimentan el carácter sin necesidad de dar tormento alguno, sin aún desenvainar la espada de mi seducción. El otro fue capaz de dominar sus extravíos, sus recovecos, sus ansias genitales, su postura tradicional y rendirse casi sin lucha ante el poder de la Diosa Pagana, la más Altanera, la Arrasadora, la Superdómina... Todos los obstáculos quedaron en el portón del pasillo, en los paisajes turbios y los oscuros rincones.....de ahora en más no le quedará más que hacer tanto y tanto y tanto... con el único fin de arrancarme la sonrisa de Bettie al gozar.

   Suspiro al mirarlos, me agazapo, levanto una ceja y miro con certeza, muerdo mis labios e inhalo el exquisito perfume del temblor en el otro. Encaro sin duda y sin prisa, me devoro el temor injustificado de lo que el otro piensa que le sucederá. El no tiene lágrimas de dolor ni angustia. El ya sabe que haga lo que haga o diga lo que diga, es la piedra virgen a ser esculpida. El sabe que Yo lo comprendo como quizás nadie lo hizo nunca. En ese instante me envisto mentalmente con los hábitos de sacerdotisa del Marqués.

   Mido los pasos del otro entrando al túnel, desde las naves de su amor propio porque sé que los varones con sexualidad Femdom tienen un alto orgullo, además de un inmenso amor hacia sus propio y oscuro hedonismo, una mezcla que me resulta deliciosa y no me preocupo en ocultarlo. Siempre que los maltratan y los califican de pajeros, los defiendo porque para Mí son mis deliciosos pajeros. Me conmueven los valientes, los sensibles, los que se emocionan, los que sueñan bien alto y son ajenos a sus entornos de modestas chicas grises, los que se atreven, los que tienen el valor de meterse en el túnel para vivir a fondo la fogosidad sensual de lo onírico transportado a lo real. Y digo real no sólo porque mis amigas del sado y Yo somos bien reales sino por la Realeza y lo Monárquico que nos caracteriza.

   Ellos y Nosotras erradicamos de un taconazo, de un golpe de fusta, toda esa ampulosidad hueca y asexuada del famoso SSC consensuado, repleto de dialécticas y academicismos. Me siento, cruzo las piernas, pongo la punta de mi taco aguja en el esternón del caballero arrodillado, reverenciando a Mistress Roxy y le ordeno que se lo clave, en un harakiri ritual. Siento el pulso y suspiro ajeno, de ese dolor que jamás duele. Santifico y bendigo ese palpitar esclavo que tanto valoro con mis feromonas a toda máquina. No importa el entorno, siento que nada puede ya enturbiar el arribo final de mi víctima por los túneles de mis pasiones. Ya no me pueden alcanzar esos misóginos juicios basados en éticas mediocres.

   La oscuridad del túnel se funde en la luminosa sonrisa de Bettie. Yo lo sé y él sabe que el extraviado onanista se halla en su cumbre sumisa. Y sólo vale su mirada anhelante a mis botas de Dominatriz, a mis guantes sedosos, a mi cabellera. El se ha transformado durante esos minutos y será toda luz, una luz mágicamente sádica, voluptuosamente sensual, masculinamente femenina.




jueves, 4 de abril de 2013

Mascotas de Divas

   Es difícil la vida para el varón  dominante. Las sumisas suelen ser exigentes, marcan límites y reclaman atención y dedicación.  Ellos deben aprender las técnicas BDSM con las que ellas fantasean ser sometidas, mantenerse siempre en rol, tener mucho cuidado con mirar a alguna otra sumisa, elaborar dossiers de entrenamiento y mostrar todo el tiempo quien es el que manda. Un trabajo nada sencillo.

   En cambio, la vida del sumiso mascota tiene comparativamente muchas ventajas. Mimado y acariciado por su Ama, el sumiso se dedica a complacerla y a hacerle compañía. Seguramente vos, sumiso malcriado por tu bella Dueña, crees que vives en una especie de paraíso terrenal y que tu privilegiada condición te hace inmune a sufrir sentimientos de envidia hacia tus congéneres.

   Te tengo una mala noticia. En el calendario de este mes, te muestro a los verdaderos privilegiados. Ellos sí que llevaron una vida de reyes, viviendo en el preciso momento y lugar en que tantos hombres hubieran querido estar. Imaginate en lugar de alguno de ellos acompañado y mimado por alguna de Ellas, ronroneando o suspirando a sus pies o en sus brazos. Mejor, ni lo pienses, no quiero que te amargues. Disfrutá el calendario de Abril, el mes en que se celebra el Día de Animal y sentite vos también una mascota más. Mascota de Diva.



Enero. Brigitte Bardot.


Febrero. Betty Grable.


Marzo. Grace Kelly.


Abril. Verónica Lake.


Mayo. Carole Lombard.


Junio. Rita Hayworth.


Julio. Ava Gardner.


Agosto. Raquel Welch.


Septiembre. Diana Dors.


Octubre. Ginger Rogers.


Noviembre. Vivien Leigh.


Diciembre. Marilyn Monroe.

lunes, 1 de abril de 2013

La envidia les corroe, mi vida les agobia


La gente me señala,
me apunta con el dedo, 
susurra a mis espaldas....
La envidia les corroe, mi vida les agobia.

   Versos de una canción de Thalía, tradicional himno gay - lésbico con el que me identifico muchísimo. La recordaba hace poco cuando releí un viejo escrito de mi dominado marido en donde mencionaba a la sensual, femenina y seguramente sádica Angelina Jolie, concediendo una entrevista a una periodista, quien tituló la nota La sublime belleza de una heroína de acción. La entrevista en sí no me importó demasiado pero lo que me llamó la atención en aquel momento fue el siguiente comentario de la periodista.
   
   Angelina se muestra segura, inteligente, simpática..."es imposible que tenga amigas" piensa una, para tranquilizarse. Es que ante tanta sensualidad y personalidad, no hay mujer que aguante pasar demasiado tiempo con ella sin caer en el capital pecado de la envidia.
   
   Desde mi más temprana adolescencia, fueron las mujeres con poder erótico las que despertaron mi atención, además de mis primeros deseos lésbicos. El irradiar poder desde la felina femineidad arrojaba sobre mi inquieto espíritu de entonces la sensación de que para esas mujeres, tanto las de la pantalla como las de la vida real, todo les estaba permitido. Me recuerdo ensimismada en la contemplación de aquellas damas que sabían brillar con luz propia y a quienes visualizaba como semidiosas. Nada mejor para una novel dominante que aprender de las mejores maestras, haciendo culto e imitación de ellas. Pero también desde entonces supe y con los años lo confirmo cada vez más, que las mujeres seguras de nosotras mismas que cultivamos un estilo de vida que podríamos denominar sensual y femenino, rara vez estamos libres de un entorno tóxico de envidiosas mediocres.

  Podés elegir: tenés la que te critica a tus espaldas, la que coquetea con tu pareja, la que directamente pretende robártelo, las que te imitan burdamente algún look, las que te caricaturizan burlándose como si no supieran que la burla es la única razón para aquellos que carecen de argumentos frente a alguien superior.

   La envidia femenina, ese ponerse verde de envidia es algo que a los hombres no les toca. Los varones suelen buscar la intimidad con Nosotras y por lo tanto, no pueden entenderlo sino mas bien todo lo contrario, ellos parecen estar domesticados para disfrutar de la Autoridad Erótica de una mujer. En esta última afirmación no hago distinción de roles ya que he compartido inolvidables veladas con muchos hombres dominantes que me han abierto su corazón y sus fantasías de una forma relajada, liberados del ejercicio del rol que muchas sumisas les exigen.

   Las revistas de tipo Cosmopolitan suelen considerar que las mujeres muy sexuadas suelen tener pocas amigas, o directamente, no tenerlas. A mí me tocó muchas veces ser protagonista del deterioro y posterior ruptura de relaciones amistosas con otras mujeres ante los conflictos que se desataron cuando Mi sexualidad avasallante entró en acción en forma evidente, sea por mis actos, mi estilo como por mis opiniones. No me estoy refiriendo a ningún tipo de insinuación lésbica sino al hecho evidente que de una mujer dominante sobresalen en algun momento rasgos de una personalidad que otra mujer no puede compartir. Me estoy refiriendo concretamente a esa feroz independencia, ese espíritu indómito, esa sensualidad que no reconoce barreras ni límites, propia de las féminas sádicas e imposible de seguir por las otras que suelen aceptar mansamente desandar por rutas prefijadas de antemano. 
Entonces, empiezan a llover frases del estilo Cómo te animás? Yo haciendo eso, ni loca. Me encantaria ser como vos pero no puedo.

   En algún momento, la tigresa muestra las zarpas y se revela su verdadera naturaleza. Entonces, el camino más común para tanta mediocre es intentar ponerse a la altura  pretendiendo "bajar" de alguna forma a la que está más arriba. A la larga, es inevitable que la relación se agriete. Y los hombres que nos rodean suelen echarle nafta al fuego de la envidia con involuntarios halagos y manifestaciones. Lo noto muy seguido en los comentarios y miradas feroces de las esposas de los amigos de mi marido. Hay ciertos momentos en las reuniones en donde no soy bienvenida.

   En la película Catwoman, el personaje que interpreta Halle Berry visita a una mujer madura que vive rodeada de gatos y tiene la clave de las extrañas transformaciones que la han transformado en una  mujer - gato. Lo más interesante del caso no son las transformaciones físicas sino aquellas referidas a su carácter. Ella le explica que la poseerá un feroz deseo de independencia que será para ella tanto una bendición como una maldición. Quizás una de esas maldiciones sea la condena de tener pocas amigas. Pues siento muy profundamente aquello que escribía Quevedo: La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde pero no come.  



Mi destino es el que yo elijo para Mí
Yo soy así, así seguiré, nunca cambiaré.




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