martes, 24 de junio de 2014

Astronomía Femdom


   Hace unos meses, en su muro de Facebook, mi esclavo marido cheshirecat prometió que iba a abrir su propio blog sobre lo que él denominó Femdom científico con la promesa, real o ficticia, de hacer dormir a las Dóminas con aburridas analogías entre la ciencia y la dominación femenina. Como corresponde a un descarado manipulador de su calaña, logró inmediatamente la atención de varias Damas gracias a su irreal propuesta. Jamás abrió su blog pero logró convencerme de publicar algo de sus ideas en el mío.

    Una de sus analogías favoritas, de la que se siente especialmente orgulloso, es la que él suele emplear cuando explica el vínculo que nos une como Ama y sumiso y tiene que ver con el fenómeno de la atracción gravitatoria entre los cuerpos. cheshirecat suele hacer una comparación entre dicha atracción y el poder de mi dominación femenina erótica.

Dice cheshirecat:

Para la mecánica clásica basada en las leyes y principios descubiertos y enunciados por Isaac Newton, la gravedad es una fuerza atractiva que mantiene unidos a los cuerpos. La Tierra gira alrededor del Sol como si una invisible soga tirara del segundo hacia la primera para mantenerla en órbita. En cambio, según los más modernos conceptos relativistas nacidos a partir del genio de Einstein, la acción combinada de las masas del Sol y la Tierra origina distorsiones en el espacio y en el tiempo de modo tal que se genera una especie de surco en el espacio por donde la Tierra se desliza en órbita alredededor del Sol. Según esta concepción, la gravedad no es una fuerza en el sentido tradicional sino una geometría en el espacio - tiempo.

   Existe una elegancia implícita en el concepto de Einstein, y que aplicada al Femdom encuentra una inmediata comprensión. El movimiento de un planeta alrededor de su estrella ocurre simplemente a partir del mayor poder de esta última y no por la aplicación de una fuerza. De la misma forma, la mujer eróticamente dominante no realiza (o no debería realizar) esfuerzo alguno en llevar adelante la relación de dominación. Su seducción innata, implícita en su forma de moverse, de vestirse, de comportarse, su desprejuicio y su absoluta falta de pudores a la hora de demandar placeres para ella misma son los poderes que le abren todas las puertas. El hombre sumiso es simplemente un planeta pequeño y oscuro, sin luz propia, que ante semejante exhibición de poder, no tiene otra opción que rendirse y dejarse llevar por Ella.

   La condición básica para la armoniosa marcha en común de esa pareja de sadonautas a través del frío espacio, no interespacial pero sí interhumano, es que el sumiso sea capaz de reconocer esa luz estelar y adivinar los inmensos placeres que le esperan siendo sensible ante el poder de la Estrella y se limita a dejarse llevar.

   Hasta aquí, habló cheshirecat. Yo agrego mi corolario.

Siempre se dejan llevar con la sonrisa en los labios; a los planetitas les encanta rendirse sin lucha cuando reconocen a una Estrella.

    En mi naturaleza Femdom, me seduce el concepto de la ausencia de una fuerza necesaria para torcer y corregir el rumbo del planeta sumiso pues se adapta a mi ideal de dominadora. Uno de los excitantes blogs norteamericanos sobre sissificación que sigo muy a menudo, publicó hace poco una caption de una preciosa sissy en plena acción feladora cuyo título rezaba Su Dómina la lleva con una correa pero la sissy nunca piensa en escaparse.

   No sé si mi gato travieso y rizón habrá logrado su cometido al entrometerse con su ciencia en mis columnas. Creo que en el fondo y con distintas palabras, mi sumiso y Yo hablamos de lo mismo.



Bettie en los astros



martes, 17 de junio de 2014

Femdom en la noche de Buenos Aires. Damas a la luz de las linternas





   No me gusta programar en demasía una salida de sexo. Imagino la cara de la noche lujuriosa recién en el primer momento en que me empiezo a vestir para el combate. Nunca antes. Me harta recordar a tanta gente especuladora que demanda conocer todos los detalles previos por temor al fracaso, como si para una noche de sexo se necesitara de la aprobación de una party planner. Nadie puede asegurarse una erección ni un orgasmo por anticipado. Las aventuras sexuales humanas con desconocidos o con parejas eventuales no están garantidas como la entrada a un concierto, la cena a la luz de las velas o la platea a un match deportivo. La cacería sexual tiene otra dimensión de objetivo. El no ya lo tengo asegurado. Ahora voy por la gloria del sí.

   Noche fría y húmeda de otoño en Buenos Aires. Noche de miércoles, mitad de semana, inseguridad callejera y crisis económica (todas adversidades de las que la noche suele ser un buen termómetro). Me quedaría en casa donde estoy tan a gusto si no fuera porque me excita la perspectiva del safari erótico que pienso llevar a cabo. El premio bien vale la pena. Y allí estoy, dejando mi abrigo en el guardarropas de Class. Hoy es Noche de Linternas. Una señorita me entrega una linternita y un número para un sorteo.

   Me presento junto a mi esclavo - marido a una chica crossdresser, ella muy  preciosa en su arreglo y en su conversación. Se llama Patricia. Es dueña de una sonrisa y de un cruce de piernas que me revelan una femineidad exquisita. Se excita con mis botas rojas charoladas, yo me caliento con su minifalda de terciopelo, sus medias negras finas, sus tacos altos. Me presenta a otra de sus amigas. Son duquesas. Conversar con ellas, compartir sus correrías nocturnas y contarles algo de las mías ya me pone en modo lésbico on. Un show de strippers interrumpe mi ensueño; al finalizar, nuestra anfitriona Mariela, una de las madres de la noche swinger porteña, nos anuncia los sorteos y las actividades de la discoteca.

   La sensación es la de siempre. En los boliches swinger de Argentina hay que esperar la terminación del show para encontrar partenaires de sexo en los reservados. Antes del show, parece que no se puede. Pero después, la testosterona ebulle y los hombres solos rodean a las señoritas crossdressers que coquetean y se exhiben como putitas en un harén. El juego se basa en buscarse con la luz de las linternas en medio de la penumbra. Es una de esas noches en donde la mirada de tanto macho alzado empieza por abrumarme. De pronto, casi por arte de magia, como si un rayo de luna abriera un claro del bosque, la veo. Una mujer, casi asustada, refugiada en los brazos de su canoso marido que trata de consolarla sin éxito. La veo hermosa, creo que va por sus avanzados treinta, cuidada figura, rasgos maquillados y aniñados, morocha de muy sexy pelo corto. Me acerco y la encaro, de mujer a mujer. Tan clara y directa es mi propuesta que ella parece no entender y se esconde aún más. Yo, cuando huelo el temor en una mujer, me sobreeexcito, sobre todo si él tampoco entiende de qué va a ir la cosa. Estos temas se suelen arreglar entre hombres. Pero el hombre que debería estar consensuando con él está a mi lado, esclavizado, inmóvil y silencioso. Sólo mira hacia los costados para buscar algún reservado libre, adonde pienso llevar a mi presa. Me lo señala con su gesto acostumbrado y entonces la tomo de la mano y comienzo a caminar hacia allá mientras ellos siguen contándome sus reglas, ansiosos por explicarme lo que no voy a escuchar.

   Conozco a mi muñeca porque casi todas las presas principiantes de Mistress Roxy (mujer, travesti o marido y mujer) han dicho lo mismo, palabras más, palabras menos. Me divierte cuando intentan averiguar adonde voy a llevarlos, a veces ni yo misma lo sé. Empiezo por desnudarla parcialmente, cual virgen en luna de miel. La abrazo, la estimulo, la toco ahí, donde nos gusta tocarnos a las hembras humanas, con la misma intensidad con que nos estimulamos las hembras humanas. Me hace la salvedad más erótica de la noche; me ronronea un No soy agresiva, soy muy pasiva, no sé estar con una mujer como vos, quiero seguir siendo mujer. La monto, la beso, la abordo de todas las formas posibles. Exploto dos veces en sus brazos y entre sus piernas con la misma calentura experimentada tantas veces entre mujeres, la misma que me atacaba de adolescente cuando escuchaba a Madonna haciendo Papa don't preach. Y cuando la hermosa termina de darme todo lo que yo necesitaba para gozar, la dejo de la mano de su sorprendido marido que por su cara parecía haberse ganado la lotería de año nuevo. Me levanto entre medio de una ronda de pajeros voyeuristas, petrificados ante la contemplación de tanto espectáculo pagano. Paso por el baño a acomodarme, reparto besitos entre las chicas cross y emprendo la retirada hacia el hogar vainilla donde sigue la fiesta, o mejor dicho, empieza la otra fiesta.

   Al día siguiente sigo con mi rutina de ama de casa y madre, como seguramente lo habrá hecho mi presa desconocida. Encuentro en un bolsillo de mi cartera la linternita que jamás usé. Quizás pronto olvide sus rostros y sus nombres pero quiero dejar por escrito el recuerdo de aquella noche, soñando con una época en donde lo vivido no sea una excepción sino una costumbre tan lujuriosa como sado, tan lésbica como sensual, tan bella como femenina.  



miércoles, 11 de junio de 2014

Clara de noche y con poder Femdom






   Clara... de noche es una serie de historietas cómicas creada por los guionistas Carlos Trillo y Eduardo Maicas y el dibujante Jordi Bernet. Está protagonizada por Clara, una prostituta supersexy con indisimulables aires a Bettie Page, los peculiares personajes que la frecuentan y su hijo Pablito. Clara ..de noche empezó a aparecer en El Jueves (España) en noviembre de 1992 pero no fue una idea original de Bernet ni de Trillo. Acerca de su "nacimiento", el mismo Trillo nos cuenta la historia: 

   Nos la pidió el legendario Gin, gran dibujante y, por entonces, director de El Jueves.  Un día en una feria del comic en Barcelona, al ver a Jordi Bernet conmigo, sabiendo que yo escribía guiones y Jordi dibujaba, se nos acercó y nos dijo que quería una historia humorística con el jodido dibujo realista y negro del Jordi. Y agregó: Eso sí, tiene que ser una historieta de puta madre. Como es sabido, Bernet y yo somos de esos obsecuentes que cumplimentan al pie de la letra los pedidos, sobre todo si provienen de la autoridad del medio en el que vamos a publicar. Así fue como Clara resultó puta y madre. Como yo, con la experiencia de escribir historias muy largas, no sé rematar en pocos cuadros, pedí auxilio a Eduardo Maicas, humorista gráfico y radial habituado a la contundencia del chiste de un solo cuadro.

   Dice Jordi Bernet. De niño jugaba en la calle con un grupo de amigos. Había uno al que llamábamos “el hijo de puta”, porque habíamos oído los cotilleos del barrio sobre su madre, de la que decían que se dedicaba a eso”… Ocurre que le teníamos una envidia terrible, ya que el tío siempre tenía juguetes impresionantes regalados por los ligues de la madre. Por aquel entonces, todos pensábamos que lo de ser “hijo de puta” era un chollo. Esta anécdota fue la que aprovechamos para hacer aparecer a Pablito, el hijo de Clara.






 



   Carlos Trillo falleció en Londres en mayo de 2011. Hoy traigo a mi Magazine a su deliciosa Clara/Bettie, no sólo como un admirado homenaje a la belleza fetish del dibujo de Jordi Bernet sino porque en cada historia, el guión exhibe con alta precisión aspectos muy profundos y realistas de la sexualidad  humana sin perder sencillez ni buen humor. Clara es una Mafalda del sexo. Cada una de sus aventuras revela un mundo sobre el que suele hablarse poco y en voz baja,  mostrándolo tal cual es y no como a muchos les gustaría que fuera. Sin rodeos y con mucho de ingenio y gracia, Bernet y Trillo ponen en evidencia el poder sexual que brota de una mujer atractiva y el descaro con que ella lo ejerce sobre los hombres, sin rastros de culpas ni justificaciones. Clara no es una puta triste que espera la redención. No hay en ella ningún discurso vergonzante, moralista o ejemplificador. Ellos creen que tienen el poder sobre ella a través del dinero pero ella maneja a la perfección un poder superior; tal vez el mayor de todos: el poder que nace de la belleza y de la sexualidad femenina.

   Porque Clara es Femdom.


 

 




  




 




 



 

 

 



 






 


Fuente

viernes, 6 de junio de 2014

Afrodita



   
   Quién es Afrodita?

   Afrodita, la sonriente, es para Safo la tejedora de astucias. Los poemas de Homero, los primeros de nuestra civilización, se encargan de pintar su personalidad con particular delicadeza y finura. En ningún momento se oculta que para los griegos de aquellos tiempos, el deseo sexual promovido por Afrodita es la causa de placeres y pasiones y a la vez una fuerza corruptora que suele apartar a los hombres del camino correcto y generar desastres.  Ella es la verdadera causante de la guerra de Troya. Cuando le  promete a Paris la mujer más hermosa del mundo como esposa, ella sabe que esa mujer ya es la esposa de un rey poderoso y sabe que el cumplimiento de su promesa va a desencadenar la venganza de los griegos y la destrucción de Troya.  Los deseos provocados por Afrodita llevan dentro de sí la concepción de que el mayor de los goces humanos está inevitablemente asociado a la belleza y al sexo pero el deleite no puede disociarse de peligros y angustias. 

   La historia es conocida. Paris, hijo de Príamo, rey de Troya, ha sido elegido por Zeus como juez para dirimir un pleito entre tres diosas, Hera, Palas Atenea y Afrodita. El pleito surge cuando Eris, la Discordia, arroja una manzana entre las tres durante un festín de bodas al grito de A la más bella!  Así nace el  primer concurso de  belleza de la historia. Las diosas se presentan ante Paris, quien debe elegir quien de las tres es merecedora de la manzana pero no desfilan ante él pasivamente sino que le prometen toda clase de bendiciones para que él las favorezca. De acuerdo a sus atributos y prerrogativas, Hera y Atenea le ofrecen respectivamente la posibilidad de ser el más poderoso de los reyes sobre la tierra o de convertirse en un hombre que llegará a ser famoso por su inteligencia y rectitud. Enfrentado por un lado entre nobles propuestas que representan beneficios para su pueblo y por el otro con la tentación sensual que regala Afrodita, Paris escoge a esta última.



Eris y la manzana de la discordia

   La elección de Paris nos habla a través de los siglos: los hombres han cambiado poco y nada y resulta muy sencillo manipularlos si las mujeres sabemos ilusionarlos con el sexo. Sin sombra de duda alguna y puesto frente a la posibilidad de elegir con total libertad, lo que Paris elige es el masculino y egoísta deseo de gozar en su alcoba a la más bella de las mujeres. Así le fue, me dijo cinícamente mi dominado marido la primera vez que me leyó en detalle la historia de la manzana y de como Paris cumple la promesa de Afrodita raptando a Helena y llevándola a Troya, causando así su ruina.

   Afrodita es entonces en el mundo griego la encarnación del poder corruptor de la sexualidad femenina, el mismo poder que el pueblo judío censura con severidad a través de las figuras de Eva, Dalila o Betsabé. La manzana que Paris entrega a Afrodita como símbolo de su victoria frente a Hera y Atenea podría ser la misma que Eva ofrece a Adán en el jardín del Edén. El hombre está advertido pero no puede hacer nada frente a la todopoderosa fuerza del deseo que la mujer despierta en él. Todo cede ante los encantos y el imperio de Afrodita. Hasta el mismo Zeus le teme, por eso mismo ha aprendido a mantener con ella una respetuosa distancia.

   Pero no corresponde a Homero sino a los grandes trágicos posteriores a él, el habernos dado la versión de Afrodita más hermosa y poética pero a la vez más inquietante. Para Esquilo, Afrodita no es sólo la sonriente diosa del sexo que teje intrigas amorosas. Es el principio mismo de la vida en el Universo. La Afrodita que aparece en Las Suplicantes es responsable de los amores místicos entre la tierra y el cielo, que fecundan la tierra y hacen brotar todo árbol, toda flor y todo fruto. Oponerse a Afrodita es caer en la esterilidad y en el kaos  siempre opuesto a la tan griega y armoniosa belleza del Cosmos, el orden universal.   

  A esta mística visión de Esquilo, Eurípides le agregará años después el concepto del hybris, del castigo que el hombre recibe cuando cree ser más de lo que en realidad es y transgrede con sus actos el orden que los dioses han dispuesto. Ante el desprecio de Hipólito, que se niega a caer bajo el yugo de Afrodita, la diosa ofendida impulsará en el alma de Fedra una locura pasional que terminará con su muerte. Para Eurípides, Afrodita es mucho más que una mujer despechada que se venga cruelmente de aquel que la ha ofendido. Afrodita representa un principio cósmico, el orden natural de las cosas que no puede ser transgredido impunemente y que tiene además el tremendo poder de castigar a aquellos que lo rechazan y se burlan de él. La pasión sexual que Afrodita encarna y promueve forma parte de una armonía global necesaria para la vida humana, de un equilibrio que no puede ser alterado sin un castigo ejemplificador que restablezca el orden perdido. Hipólito, llevado por el ardor de su juventud, se atreve a enfrentar a Afrodita pero en realidad se está enfrentando a la Naturaleza misma y la muerte es el inevitable castigo que debe expiar por su atrevimiento.

   Los grandes escritores griegos que inventaron la tragedia no fueron muy adeptos a regalar finales estilo Disney. Paris e Hipólito, al elegir en la forma en que lo hicieron, profetizaron sus propios finales, tan amargos como aleccionadores. Ninguno de los dos pudo escapar a su trágico destino. Pero quien firma estas líneas, degustadora viciosa de la belleza de tantas Helenas y fiel devota del culto pagano a Afrodita Victoriosa, no tiene duda alguna acerca de quién de los dos, si el que se entregó a Afrodita o el que optó por rechazarla, fue el que más disfrutó de la vida mientras pudo vivirla.




Rubens. El juicio de Paris

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