lunes, 16 de julio de 2012

Tacos altos de charol: yo me animo




   Una zapatería en el centro de Buenos Aires. Varias mujeres cualesquiera. Siendo más precisa, varias féminas embadurnadas de ropas color vainilla. Todas ellas creyendo que hoy es su día y que merecen cambiar esa abominación que llevan sus grises pies por otra abominación más cara y más vainilla.

   Sus historias son diversas y casi tibias. Todo parece alineado en sus escotes ocultos. Morochas pálidas y rubias tostadas de cama solar. La mayoría viene con su amiga de cara lavada, ropa casual, pelo llovido sin forma definida, ideas brumosas pero carácter opinante. Todo el tiempo la compradora pregunta, la vendedora gesticula su aprobación y la compañera vainilla cata la calidad de la abominación negando toda proximidad a llevárselos de una. La pobre vendedora, paciente y con bajo salario, abrumada por el cansancio y por la necesidad de forzar sonrisas, contempla la docena de cajas abiertas que solo difieren entre sí por un codigo alfanumérico de fabricante con aires de Loboutin.

   La vidriera (erguida de tanta nada), se llena de espesas abominaciones beige, marroncito (no llega a ser marrón), vainilla, coco y camel. Toda la nada junta y de diferentes precios astronómicos esperando por una procesión de pies femeninos bondadosos y asexuados. Pero algo la hace distinta a esa vidriera, hay algo especial porque ahí, en un rincón un poco escondido, yo descubro la magia del fetiche que emana de aquel objeto.

   Unas sandalias negras de charol con, taco aguja, casi infinito. Y ese objeto me quita los ojos y la respiración. Huelo el charol a través del vidrio grueso, ese charol que veía de pequeña en las carteras de la abuela. Esas agujas que parecen nacidas para espadear pechos masculinos. Esos herrajes que fluyen entre las uñas espinas. Son míos antes de comprarlos. Ellos nacieron del gesto humilde de algun anónimo duende zapatero sentado en una mesa con delantal azul, con leznas, con trinchetes, con hileras de hormas, rollos de cuero de diablos, destinados únicamente a complacer a una diosa. Y sólo queda encontrar el par y no me importa el maldito número. 

   Lleno la entrada con mi presencia en el local abarrotado de cacareantes compradoras de la nada. Y siento el pecho lleno de miradas como piedras en agua llana. Soy fuente de todo comentario pues no dudo en encarar decididamente a tomar Mi  objeto del fondo de la vidriera (pese a que no está permitido tocar la mercadería) y decir Buenas Tardes al vendedor. El ya me ha reconocido, cómo no, si fui la única mujer que se llevó las botas bucaneras de taco alto el invierno anterior, las que nadie llevó pese a las predicciones de los expertos este año las botas se usan altas.  Con voz clara y firme, pido (no necesito exigir) Traeme el otro, por favor. Ni siquiera se atreve a preguntarme la numeración, pues ya Me estaba quitando los que llevo puestos, de estilo parecido, los que el resto de las mujeres presentes consideran despectivamente como zapatos de puta. El me sonríe y me contesta será un placer, diosa.

   Me lo trae, como paje con zapatito de cristal en almohadilla de pana imaginaria. Y el objeto deseado, ahora sí completo, derecho e izquierdo, fluye en Mis anhelantes pies. Hay una falsa aureola de alegría sincera porque él sabe y yo sé que algunas de ellas se lo prueban mentalmente conmigo. Ellas desean que Yo sea la Cenicienta de la calle Florida. Suspiran, piensan, alguna quizás piensa en su marido que, si estuviera, me miraría con deseo al verme pavonearme, sensual, por el local, encaramada en mis nuevas sandalias de charol negro mientras que la nada que ella compra pasará desapercibida en su closet, entre tanta otra nada carísima e inútilmente asexuada, como pasa desapercibida ella misma que es la nada entre otras nadas porque ella es gris y beige, se viste de gris y beige y  toda su vida sexual es gris y beige y así son todas.

   La más próxima con la brusca voz de yo la verdad que no puedo, ante la sonrisa del vendedor, entre las espesas pilas de cajas desordenadas, se atreve a  preguntar lo que todas no se animan a responder  Cómo te animás a usar esos zapatos?  La encargada del local con aires de jefa superada confunde el aire y exclama en tórrido tonito: Seguramente tendrás una fiesta,no?. 

   Sonrío y recurro al gesto de gatuna más odiosa, le señalo con un gesto  la ventanilla de la caja a mi sumiso marido para que vaya pagando, y ahí va él, con cara de resignado (pero regodeándose ya desde antes que yo entre), y con sonrisa desdeñosa  contesto  Me animo a usarlos porque el fabricante los hizo para mí, ah y  la fiesta? la fiesta soy yo!

   Para una historia real,  nada mejor que ilustrarla con una fantasía,y que mejor que elegir una del maestro de las high heeled pin ups,  Bill Ward.




14 comentarios:

  1. Increiblemente describio Ud., estimadisima Señora, lo que yo siento cada vez que paso por alguna vidiriera y me enamoro de algun par de zapatos, que seguramente esta creado para mi. Excelente!!!

    Un cálido abrazo, MediasNegras

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    1. MediasNegras...nunca vayamos por lo segundo, sólo lo primero y lo mejor está hecho para Nosotras.

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  2. Aun no sé a ciencia cierta como dirigirme a Ud. Sea como sea he de decirle que es con todo mi respeto. primero gracias por este relato y es que hasta yo he podido sentir los ojos de las avainilladas mirándole con disimulada envidia como se pavonea con tan magnificas sandalias – creo que Ud. es de las que sabe presumir lo que la vida le ha dado- por lo que los cuchicheos se hacen más audibles, pero más de una quisiera dejar de ser solapadas y poder desatar a la diva que lleva dentro. Confieso que me ha antojado de unos zapatos similares. me ha cautivado la manera en llevar el relato, así que gracias, Mistress Lady Roxy

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    1. Ada, gracias por participar...y los más hermosos zapatos te están esperandopra adornar tus hermosos pies. Espero que nos cuentes como te fue llevándolos. Besos

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  3. tu relato de la zapateria me encanto¡¡ me recordó a las tantas mujeres que veo diariamente y que tan de moda están ahora ultimo...todas beige, ropa beige, piel beige oscuro, labios color beige, ojos color beige, pelo color beige y hasta su alma es de ese color, y para mas remate son todas de cejas totalmente naturales y gruesas sin el mas mínimo cuidado por la delicadeza de el rostro¡¡ espero que desaparezcan pronto y sean reemplazadas por mujeres de verdad no por camuflajes desérticos ¡

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    1. Me encantó tu frase "camuflaje desértico". GENIAL!!!
      En ese desierto, nosotras somos los OASIS!!!

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  4. ¿Como podría definirse la expresión de la cara del vendedor en la ilustración? Para mi esta bajo los efectos de un shock fetichista, está groggy...
    Todo el ritual de mujeres probándose modelos de calzado en una zapatería es una de las cosas mas fetichistas de la vida cotidiana.
    Yo no se si los vendedores ganarán bien o no, pero debe ser uno de los trabajos mas gratificantes. Si, ya sé, no todas las situaciones serán iguales a la de la ilustración, pero bueno...al lado de otros trabajos en los cuáles hay que bancarse un bolonqui tras otro sin ningún "premio"...

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    1. dasautox, me haces recordar a un capitulo de Sex and the City donde el vendedor de zapatos se enamora de los pies de Charlotte..y eso que ella elegía unas sandalitas que no eran gran cosa, pero las escenas del vendedor fascinado por los pies de ella está muy bien logradas

      gracias por participar

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  5. Siempre he sentido que debe ser muy excitante trabajar en una zapateria de mujeres.
    Aunque no se si podria ya que asi como hay situaciones excitantes como atender a una Señora como "Lady Roxy", tambien tenea que aguantar a las insufribles, que describe el relato, que se prueban decenas de zapatos y muchas veces no compran nada.
    Y me da la impresion que deben ser mas casos de estos ultimos, que del primero.
    Muy buena toda las descripcion del relato.
    CarlosM

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    1. Las insufribles las olvidás rápido..pero Nosotras te marcamos de por vida y no sé cual de las dos es peor para un pobre vendedor.

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  6. Excelente! me encantaría ser por un momento vendedor de zapatos para poder admirar pies y ayudar a colocar los zapatos a las mujeres, sentir el calor de los pies con medias.

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  7. Adhiero al ultimo comentario de Hosesniffer La diferencia es que yo quisiera ser "la vendedora". Sería un orgullo traerle los zapatos a Mistress Roxy

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  8. Exactamente pienso eso cuando voy a Once (para mi,el barrio de las posibilidades ajajaj) y cada vez que camino por la oscura pero sumamemente brillante y escandalosa avenida Pueyrredon , me quedo mirando,probando sin ningun problema las botas rojas al estilo "bailanta" mientras todas me observan como si fuera una cualquiera... lindo ejercicio,lo recomiendo. Lo lindo de mostrar que esa "cualquiera" deja volar su imaginación...

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