viernes, 17 de noviembre de 2017

La historia de la bota femenina. Pierre Cardin







   
   Los años sesenta no sólo fueron la década de los Beatles y el rock and roll. También fueron los años en que la humanidad se entusiasmaba por la exploración espacial y las historias de ciencia ficción. El espíritu de la época se reflejaba en las pasarelas de la moda, donde las modelos desfilaban luciendo diseños que parecían salidos de fantasías tecnológicas y futuristas visiones de mundos desconocidos. Aquella era una moda excitante para las chicas porque rompía con toda la estética establecida por la generación de sus madres y a la vez simbolizaba que los placeres del sexo estaban al alcance sin necesidad de sellar compromisos ni de cumplir mandatos. André Courrèges había dado en 1965 el primer paso hacia esta dirección popularizando las líneas geométricas en sus diseños. La Moon Girl de Courrèges, una modelo desinhibida que vestía muy corto en tonos plata y blanco, sería una de las precursoras del film Barbarella, protagonizado por Jane Fonda, cuyos atrevidos outfits llevaban la firma de otro vanguardista: Paco Rabanne












   Pierre Cardin, nacido en Italia en 1922, fue mucho más lejos que sus competidores, asociando para siempre su nombre con la experimentación y el diseño de la nueva moda espacial. Pierre había abierto su propia maison en 1953 y durante los años sesenta se especializó en incorporar materiales que hasta entonces eran considerados como no convencionales. Vinilos, plásticos y metales empezaron a ser corrientes ya no como accesorios sino como parte esencial de sus diseños. En una entrevista, Cardin afirmó que las prendas que prefiero fueron inventadas para una vida que todavía no existe, el mundo del mañana.

   En 1968, la Space Age Collection de Cardin marcó un nuevo rumbo en la moda presentando toda clase de looks brillantes y coloridos inspirados en la serie de TV Star Trek y en films de ciencia ficción como 2001 Space Oddity. Los guantes largos operagloves volvieron a las pasarelas pero adaptados a una moda fetichista, muy diferente del concepto elegante y clásico de los guantes de gala en las décadas anteriores. Pero por encima de todas las demás prendas, la colección Cardin de 1968 pasó a la historia porque fue la colección de las botas. Las modelos de Cardin calzaban botas altas, muy altas, bien arriba de las rodillas, botas vinílicas que brillaban reflejando las luces y se llevaban todas las miradas.


















     Las botas por arriba de la rodilla ya eran un clásico en los closets de las prostitutas pero lo que el cliente reclamaba de ellas en otras épocas era un gender roleplaying. Las botas altas eran vistas como el histórico calzado viril de hombres valientes como mosqueteros, piratas o caballeros. Por eso se las llamaba y se las sigue llamando botas bucaneras o mosqueterasComo lo relaté en esta columna, cuando el hombre del siglo XIX o la primera mitad del siglo XX visitaba a una prostituta y le pedía que se pusiera botas estaba claro que lo que ese hombre quería era una versión masculinizada de su amante femenina. 

  A partir de la colección '68 de Cardin, las botas altas dejaron definitivamente de ser un fetiche que remitía a lo masculino y se integraron a un nuevo concepto de femineidad glamorosa en la moda y en el sexo. El atractivo que aquellas botas espaciales irradiaban en las mujeres que empezaron a calzarlas no tardó en llegar a los oídos de aquellas interesadas en resaltar sus atractivos para ganar dinero con el sexo. La imagen de la prostituta callejera, siempre maquillada y escotada, comenzó también a ser asociada con las botas. No pasó demasiado tiempo antes que las travestis empezaran a imitarlas. 

   Las botas por arriba de la rodilla siguen siendo un clásico de las travestis callejeras, en parte porque disimulan piernas y rodillas de aspecto masculino pero también porque envían a sus adoradores un mensaje explícito de femineidad sensual. Lejos de la calle, muchas crossdressers de closet también eligen botas altas como el calzado ideal para sentirse femeninas. La extraña mutación simbólica de las botas como fetiche sexual las ha llevado a significar lo opuesto que representaban décadas atrás. De ser una prenda icónica para masculinizar a una mujer, las botas pasaron a ser un accesorio ideal para feminizar a un hombre.

   Si yo tuviera que ponerle una fecha determinada a este turnover histórico, apuesto que la silenciosa revolución en el simbolismo fetichista de las botas altas comenzó en aquel año 1968 con la inolvidable Space Age Collection del gran Pierre Cardin. 


Pierre Cardin

2 comentarios:

  1. "Las botas han pasado a ser un accesorio ideal para feminizar a un hombre" Poco más hay que decir. Solamente preguntarse cuantas mariquitas habrá creado Jane Fonda/Barbarella jaja!! Besos Mistress.

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