domingo, 8 de noviembre de 2015

Lobos, Caperucitas y un largo tapado blanco






   Mi intención siempre fue cazar. Mejor dicho cazarlo y sentir ferozmente que está rendido ante mi seducción. Las mujeres sabemos cuando queremos cazarlo pero solemos tomar una decisión que implica el camino largo, el de la Caperucita previsora, lleno de vueltas, histeriqueadas y desvirtualidades del objetivo. Algunas pocas elegimos el camino corto que nos lleva derecho a lo que queremos.

   El camino corto, en mi caso, tenía que ver con un tapado blanco. Blanco y largo, casi hasta los tobillos.

  El camino corto es el que me lleva hasta el lobo feroz. Nunca quise evitarlo ni esconderme. Encontrarme en el bosque cara a cara, o mejor dicho, escote o cruce de piernas a cara boquiabierta; esa es mi misión. Me gusta provocar al planeta supuestamente encarador y me aburre llegar al hogar de buena ley, con los pastelitos ilesos sin haber al menos teteado un ratito con el lascivo lobo y ver que tal tiene los dientes.

   Era una mañana de viernes hace algunos años cuando encontré en un local de la calle Pampa y Arcos, en el barrio porteño de Belgrano, un solitario tapado blanco largo hasta los tobillos y de una caída adaptable a una curvilínea silueta femenina. Para mi fortuna, el tesoro estaba casi a precio de saldo: según la vendedora, había sido rechazado durante dos temporadas. Me contó que las anteriores aspirantes, cuando ya lo habían probado y modelado, se retraían argumentando que el blanco es sucio, es complicado poder usarlo, tanto blanco me hace lucir cual novia de invierno, que el blanco es de verano y en el verano no usaría tapado, que me hace gorda. Pues bien, yo no había pensado en nada de eso y casi sin probarlo mucho y sin importarme que sus anteriores frustradas dueñas lo hubieran manoseado un poco, lo compré.  No se lo mostré a nadie, a ninguna otra mujer, ni amiga, ni madre, ni vecina, ni compañera de trabajo. No tenía ganas de escuchar frases parecidas a las que había tenido que soportar aquella pobre vendedora durante dos largos años.

   El Señor Tapado Blanco ya era mío. Blanco, largo y de botones dorados marineros. Yo lo había comprado como oferta, Yo lo había ocultado como pecado y Yo lo habría de usar como arma en el lugar y momento correctos

   Ahora sí podía comenzar a vivir el cuento. Salir al bosque y llevar los pastelitos a la abuelita imaginaria; una buena excusa moral para cruzar la arboleda en donde me acechaba el peligro tentador. Una minifalda de cuero negro y medias negras oficiarían de dulces pastelitos. La canastita: un par de botas negras, de caña bien alta y tacones no menos altos. De la cintura para el cuello no importaba demasiado; sólo debía acorazonar mi escote a modo de dar voluptuosidad a ciertos rasgos pectorales. El tapado largo sería mi caperuza, la que se abriría en el momento correcto para que el lobo adivinase el contenido de la canastita y los pastelitos. Así me encaminé por el bosque urbano a cazar a un lobo. O varios. Esos inocentes animalitos tildados injustamente como feroces, altaneros, arrogantes, vanidosos. Para bien o para mal, son esos mismos los que suelen terminar a mis pies, despellejados. Son los que me gustan.

   Era una tarde - noche y hacía un frío gélido en aquel invierno boscoso. Las otras aldeanas usaban tapados para protegerse pero ninguna lucía uno de color blanco. Tampoco se habían engalanado con canastitas y pastelitos como los que yo había preparado tan amorosamente. Entré al bar y a los pocos minutos ya estaba empezando a ser olfateada y seguida por varios lobos que buscaban acercarse con cualquier excusa. El elegido no sabía de mi metáfora caperucitense pero al verme entreabrir mi tapado blanco y al relojear el contenido del mismo, me mostró sus más tiernos ojos de lobezno cachorro. Si te arreglaste así para venir, me dijo, me vas a hacer sentir como el lobo feroz frente a Caperucita.

   Sonreí. El pagó mi cuenta y salimos. La cacería (la mía) sería todo un éxito. 

6 comentarios:

  1. Muy interesante. Quiero saber como siguió!

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  2. Linda historia y algunas reflexiones.
    Cualquier prenda de vestir no es para cualquiera. Hay que saber llevarla y lucirla.
    Me gusta como planeas, llevas a cabo y disfrutas la cazeria.
    Y lo mejor de todo es que el lobo, siempre creerá y se jactará con sus pares de haberte "levantado":
    CarlosM

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  3. Jaja! me encanta la historia. El macho siempre cree que es el el que conquista, pobre tonto...Siempre me resulto excitante el cuento de caperucita, me ponia como nerviosa.quizás porque a diferencia de La Cenicienta o Blancanieves no me identificaba con la princesa sino con lo que vestia caperucita, quizás ya me la imaginaba en mi tierna infancia como una dama fetish...Y además está la parte en la que el lobo se trasviste con las prendas de la abuelita jaja!!! Besos Mistress.

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