jueves, 27 de octubre de 2016

Femdom en la noche de Buenos Aires. Halloween y el bouquet de la vampira





   En la Europa antigua, las novias eran consideradas un símbolo de buena suerte en su día de bodas. Era costumbre que los asistentes a la fiesta se llevaran un trozo de su vestido como talismán. Como no todas las novias aceptaban de buena gana que su vestido fuera destrozado al finalizar la fiesta de bodas, empezaron a regalar las flores de su arreglo a las invitadas para compartir su suerte con ellas. De allí viene la costumbre de entregar el bouquet floral.

   The Victorians, who were fascinated by the meanings of different blooms, popularized the wedding rose, which represents true love. Also in Victorian ages, the bride originally tossed her bouquet to a friend as she left the festivities to keep that friend safe (by warding off evil spirits, of course) and to offer her luck; this came to mean that the single woman who caught the bouquet would marry next.






   Las fiestas de Halloween en Anchorena SW Club eran una buena oportunidad para sacar a pasear el fetiche sado de una forma más o menos legal sin que el resto de las parejas me mirara raro cuando me aproximaba a ellas con la explícita intención de someter a la mujer. Arropada de vampira punk gótica, como me describió una de mis conocidas habitués de aquellas noches, y bien acompañada por mi marido sumiso, él moviéndose siempre entre lo discreto y lo opaco, supuse que mi estilo de dominatriz no iba a resultar tan chocante como lo es casi siempre.   

   Los organizadores anfitriones habían propuesto un concurso A la brujita más bella. Damas de diferentes edades habían improvisado escobas, lucían labios sombreados de negro y sus pestañas recargadas de rimmel resaltaban miradas de hechiceras que me seducían y me excitaban. Sus cabellos sedosos bajo los rústicos bonetes de magas y sus vestimentas de encaje que exhibían las partes más sensuales de una mujer me conectaban con lo primordial del sexo, con lo atávicamente femenino.

   A mí en particular no me interesaba el certamen pero sabía que era una oportunidad de esas que se dan muy de vez en cuando de aprovechar el destape de alguna de estas alborotadas herejes y sacar provecho de sus excitaciones. Mujeres algo más calientes que lo habitual, sensualidades coqueteando con lo sádico y el fetiche de lo diabólico - carnal; una mezcla tentadora aunque la mitad de aquellas damas no tenían ni idea de qué significa en realidad el Halloween o directamente habían ignorado la consigna y se presentaban vestidas de normal. Entiéndase normal por apenas algo más sexy que un casual.

   Cuando empezó el concurso, las chicas más caracterizadas se fueron al escenario a desfilar entre los poledance con el fin de ganar el premio a la brujita más aplaudida por la audiencia. Simultáneamente en el reservado de parejas, latía el sexo pero siempre en intercambio cruzado heterosexual. Pero yo sabía que al costado de ese reservado, se abría una habitación más pequeña que los habitués llamaban trencito, allí solía haber otro tipo de acción, más subterránea y prohibida. Predominaba el apretujamiento y el toqueteo al azar pero como yo llevaba a mi marido sumiso bien pegado a mí por detrás, no me importaban demasiado los acercamientos de los demás machos, al mismo tiempo que tenía mis manos y mi boca libres para acercarme a sus hembras, a las que no les resultaba fácil escapar de mí. En realidad, yo tampoco las forzaba demasiado. Aprendí con los años que la mujer con el lesbo reprimido, cuando se siente arrinconada por otra que no le da opción, casi siempre se deja llevar y goza.

   Esa noche, mientras recorría el trencito entre gemidos, caricias y besos de chicas excitadas, mi marido sumiso me susurró al oído No te pares, seguí para el fondo. Al fondo, contra el tabique de madera que nos aislaba de la pista de baile que quedaba justo detrás, me encuentro con dos bellezas rubias intentando sin demasiado éxito algún tipo de acción entre sus parejas o con las parejas vecinas. Me fui acercando hasta ponerme justo frente a ellas y las saludé con un Hola chicas, yo soy la vampira e inmediatamente me hice el centro de la acción. Para qué explicar el morbo que desperté a mi alrededor. El espíritu de Halloween se hizo presente. Lancé el bouquet de la novia sado y ellas lo atraparon al instante.

   Mi esclavo marido me ayudó a sentarme entre ellas, en el sillón que se extendía a lo largo de la pared y se arrodilló en el piso frente a mí, sosteniendo mis piernas con sus manos mientras besaba apasionadamente los tacos de las botas. Esa es la usual forma en que él se ingenia para quedar fuera de toda acción que no sea la de estar sometido ante Mí. Mientras los hombres lo miraban sorprendidos por su actitud (suponían que él debería haber intentado algo con las chicas), yo atraje a mis dos bellas víctimas y comenzamos a profanarnos sexualmente. Creo que nuestro encuentro habrá durado media hora, un tiempo mágico en donde no nos detuvimos hasta saciarnos de nosotras mismas. Recuerdo en especial a una de ellas, masturbándome con la mirada enfebrecida para luego lamerse sus dedos con mis jugos y ponérselos en la boca a la otra que, 
trepada encima mío casi me asfixiaba con sus tetas en la cara y sus besos de lengua, diciéndole probala, probala, la vampira está recaliente!

   Esa noche, Halloween se me presentó en todo su esplendor de ritual pagano y me reclamó sus víctimas sacrificiales. Ellas fueron mis corderos y yo lo fui de ellas; todas compartimos un ritual en donde nos devoramos a nosotras mismas con la misma pasión con que las damas de compañía se disputan el bouquet floral de la novia de la fiesta. Yo fui la novia y ellas gozaron cada parte de mi cuerpo de vampira, cada pétalo del bouquet de mi sexo. Así debía ser desde el momento en que mi siempre atento esclavo decidió presentarme en la penumbra para que mis anónimas adoradoras me rindan culto; ese culto tan atávico como sado, tan lujurioso como sensual, tan lésbico como femenino.






   Que vos también tengas un feliz Halloween y si esta noche ves una vampira, no te olvides de ofrecerle tu cuello y de reclamarle tu parte del bouquet. 


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