jueves, 17 de julio de 2014

Marlene Dietrich, la primera reina trans




   Hace algunos años, el periodista y escritor argentino Hugo Beccacece publicó en el diario La Nación un artículo sobre Marlene Dietrich y su célebre film El ángel azul titulado La ardua tarea de ser mujer. El artículo pivotea sobre dos ejes que resultan particularmente interesantes y a la vez perturbadores. Uno es el tema central de la película, que al mismo tiempo la eleva a la categoría de obra cumbre del llamado expresionismo alemán: el poder animal del sexo femenino y su capacidad para trastornar por completo la vida de un hombre. El otro eje del film está en las sombras, casi oculto en el backstage, tras las cámaras. Es la historia de una estrella, de un personaje y de un director. La historia de Marlene, Lola-Lola y Josef von Sternberg y de como dicha historia se entremezcla con la inquietante presencia del sexo trans en la génesis misma de lo que conocemos como género femenino. Algunas frases extraídas del texto pueden servir como guía para su lectura.

En el alma de toda travesti hay una mujer fatal, pero también es cierto que en la lencería de toda mujer fatal acecha, escondida y golosa, una travesti.

La semilla que Joseph von Sternberg y su estrella sembraron tuvo frutos imprevistos en la sexualidad y en las costumbres. El trabajo les hizo comprender que la mujer verdadera sólo puede serlo en plenitud por el artificio, guiada por la mirada clarividente y el deseo de ser mujeres de quienes no lo son.

La mujer deseada por un hombre, esa mujer arquetípica que la mayoría de las mujeres y todas las travestis anhelan ser, es una apariencia.

En el reino de las apariencias, la verdadera reina, la poseedora de todos los secretos porque precisamente no ha nacido mujer, es la drag-queen.

Lola-Lola, emblema de la sexualidad femenina, había sido, en su origen, una travesti anónima.






   La ardua tarea de ser mujer


   En el alma de toda travesti hay una mujer fatal, pero también es cierto que en la lencería de toda mujer fatal acecha, escondida y golosa, una travesti. Como ejemplo, basta pensar en El ángel azul, la película de Joseph von Sternberg que hizo famosa a Marlene Dietrich (1901-1992), basada en la novela El profesor Unrath, de Heinrich Mann. Ese film se estrenó en Alemania el 31 de marzo de 1930. Pero se dio por primera vez en Estados Unidos en 1931. Y fue a partir de esa première cuando Marlene y su iconografía premonitoria alcanzaron difusión mundial. La semilla que Joseph von Sternberg y su estrella sembraron tuvo frutos imprevistos en la sexualidad y en las costumbres. El trabajo les hizo comprender que la mujer verdadera sólo puede serlo en plenitud por el artificio, guiada por la mirada clarividente y el deseo de ser mujeres de quienes no lo son. La biografía Marlene Dietrich (1993), de Maria Riva, hija de la actriz, detalla las etapas de ese itinerario. 

   En 1905, el escritor alemán Heinrich Mann, hermano de Thomas (el autor de La montaña mágica ) publicó El profesor Unrath, donde cuenta la historia de un rígido y maduro docente hechizado por una joven cantante de cabaret, Rosa Fröhlich, con la que se casa, y que lo convierte en una mezcla de bufón y eunuco. El relato de Heinrich no tuvo mucho éxito, a pesar de algunas circunstancias favorables: el ambiente intelectual y artístico estaba conmocionado por la aparición de Sexo y carácter (1903), un polémico libro de Otto Weininger (1880-1903), otro judío vienés que, además, era homosexual. La obra de Weininger, racista, de una terrible misoginia, condenaba no sólo a las mujeres y a los judíos como seres inferiores, sino también a los homosexuales. El tratado tuvo una enorme repercusión en una época en la que se asistía, al mismo tiempo, al crecimiento del feminismo y del antisemitismo. En cierto modo, esas páginas eran la sentencia de muerte de su propio autor. Weininger se suicidó a los 23 años. Rosa Fröhlich (la Lola-Lola del film) parecía ilustrar ciertos aspectos de las tesis de Weininger acerca del carácter infrahumano, casi bestial del sexo femenino y de su capacidad para degradar a los varones heterosexuales. 

   En 1929, en el período final de la República de Weimar, llegó a Berlín Joseph von Sternberg, Jo, un director de cine que había nacido en Viena, pero que se había criado en los Estados Unidos. Sus primeras películas en Hollywood habían sido muy apreciadas por los colegas. Jo era de familia judía y el von se lo habían agregado los estudios a la hora de poner los créditos a uno de sus films.
  
    Von Sternberg pensó en filmar El ángel azul, film sonoro, en inglés y en alemán, y distribuir la producción en Alemania y en Estados Unidos. Tenía al protagonista masculino ideal, el suizo-alemán Emil Jannings, al que ya había dirigido en La última orden en Hollywood. Con esa película, Jannings había sido el primer actor extranjero en ganar un Oscar. Von Sternberg quería una actriz alemana para interpretar a Lola-Lola y empezó a hacer pruebas a todo tipo de intérpretes. Alguien le sugirió que fuera a ver la revista teatral Dos corbatas, donde aparecían muchachas hermosas, entre ellas Dietrich. Cuando le dijeron a Marlene que Von Sternberg asistiría al espectáculo, se burló. En primer lugar, le parecía ridículo que un judío camuflara su origen racial y el hecho de ser plebeyo con un von; además, ella no se imaginaba representando a una prostituta grosera. Por supuesto, Von Sternberg reparó en Marlene y ella, que sabía cambiar de opinión cuando le convenía, aceptó hacer una prueba. Primero, mantuvo una gran discusión con su esposo, Rudolf Sieberg, que era sobre todo su amigo íntimo (ningún amante de ella ni de él logró quebrar jamás ese vínculo). Marlene quería ir a la prueba vestida con ropa prostibularia. Según ella, la habían elegido por su trasero jugoso y, por lo tanto, había que subrayar ese atributo. Rudolf, en cambio, le aconsejaba que llevara un tailleur. Marlene le hizo caso. Apareció frente a Von Sternberg con su mejor traje y guantes blancos de cabritilla. La vistieron con un conjunto de cabaretera. Horrible según Dietrich. Antes de empezar la prueba, Marlene le adelantó a Von Sternberg que no era fotogénica y que su nariz respingada se parecía a la cola de un pato. Von Sternberg supo de inmediato que había hallado a la intérprete justa.

   Marlene invitó a Von Sternberg a su casa y, desde entonces, él pasó a ser su adorado Jo. Dietrich le encargó a Rudolf una misión: debía convencer a Jo de que le dejara entera libertad a su nueva estrella para crear la imagen de Lola-Lola. Jo accedió. Al día siguiente, la casa de Marlene se convirtió en una especie de mercado de pulgas. Desparramadas por los cuartos, había faldas de terciopelo, seda, chiffon, lino, túnicas bordadas de lentejuelas... Una de las debilidades de Dietrich era comprar ropa usada y accesorios para posibles papeles. Pero los objetos que la rodeaban no terminaban de componer el personaje de Lola-Lola. De pronto, tuvo una inspiración. Vamos a ver a las putas, le dijo a Rudolf. Mientras recorrían las calles y observaban a las putas, se acordó de una travesti muy inventiva. La encontraron. La travesti, en esa ocasión, se exhibía en liguero con un sombrero de copa blanco y medias de seda negras. Marlene la miró con admiración y exclamó: ¡Quiero su calzón! Lo tuvo. Había descubierto que la mujer deseada por un hombre, esa mujer arquetípica que la mayoría de las mujeres, ciertos homosexuales y todas las travestis anhelan ser era una apariencia. Y en el reino de las apariencias, la verdadera reina, la poseedora de todos los secretos, porque precisamente no había nacido mujer, era lo que hoy llamamos una drag-queen.







   Cuando Von Sternberg vio a su actriz arreglada como la travesti, según las propias palabras de Dietrich, la miró con esa especie de ojos barrocos y le dijo: Marlenchen, es extraordinario. Simplemente extraordinario. Había nacido la imagen de Lola-Lola, uno de los íconos del siglo XX, pero también se había abierto la caja de Pandora. Con el tiempo, ya no bastarían ni la naturaleza ni el maquillaje ni el vestuario ni el bisturí ni las inyecciones ni las sesiones agotadoras de gimnasio para ser mujer (o para ser hombre) porque siempre es posible serlo un poquito más.

   Von Sternberg le exigió a Marlene que, como la cabaretera, hablara con la entonación vulgar de una prostituta y en argot. Ella no lo hacía bien, pero no porque no conociera el argot ni ese tipo de entonación, sino porque no quería mostrar delante del equipo y, sobre todo, delante de Jo, cuánto había frecuentado los bajos fondos, por los que siempre se sintió atraída.





   La película se estrenó en Berlín y tuvo mucho éxito. La Paramount le ofreció a Marlene un contrato en Hollywood y, después de una negociación, ella viajó a Estados Unidos para filmar Marruecos, con Gary Cooper. La Paramount retrasó el lanzamiento de El ángel azul en América hasta que se estrenara Marruecos porque quería crear una campaña en torno a la nueva actriz que le permitiera competir con Greta Garbo. Entre tanto, la prensa hablaba de las piernas de ensueño de Marlene. Von Sternberg, que dirigía Marruecos, resolvió que, en vez de mostrar las célebres piernas en la primera escena de la película, las iba a cubrir por completo, para crear suspense. Por eso, se ve a Marlene vestida con un frac y galera negros al comienzo de Marruecos. Por si fuera poco, en esa secuencia, ella tomó la gardenia que lucía en el pelo una de las extras y besó los labios de la muchacha. El primer gesto galante de la bomba sexual alemana era el de una lesbiana.

   La imagen de Lola-Lola en el cabaret se impuso de un modo que trascendió las épocas. En 1971, Luchino Visconti filmó La caída de los dioses (la acción transcurre en la década de 1930) y eligió a su amante, Helmut Berger, para interpretar el papel del perverso y poderoso heredero Martin von Essenbeck. Este aparece en una representación de homenaje que se le rinde a su abuelo en el teatrito de la mansión familiar, maquillado como Lola-Lola y con el mismo tipo de ropa: tacos altos, medias negras, liguero y galera plateada. De un modo curioso e irónico, Berger, travestido por Visconti, no hizo sino volver a las fuentes: Lola-Lola, emblema de la sexualidad femenina, había sido, en su origen, una travesti anónima.

   En 1939, Marlene Dietrich tomó la ciudadanía estadounidense y, cuando su patria adoptiva entró en guerra, fue al frente para animar a las tropas aliadas. Llevaba el uniforme militar con una curiosa e inimitable mezcla de gracia femenina y virilidad bélica. La mujer peligrosa e irresistible de sus films se había transformado en una militante de la democracia, que cultivaba su aura de comehombres con nostálgica ironía. Hacia el final de su vida (cuando tenía 90 años), el coqueteo con sus fans era epistolar o por encomienda. A un admirador le enviaba por correo, de manera regular, un paquete con la ropa interior (sin lavar) que había usado la semana anterior para que él se entregara al ensueño, mientras miraba las fotos de El expreso de Shanghai.

   De un modo paradójico, el desparpajo y la libertad de su comportamiento contribuyeron a diluir de la vida, pero no de la fantasía de los hombres, el espejismo de la fatalidad encarnada en el sexo femenino, pero también crearon la quimera de una mujer que para serlo, debe imaginarse que no lo es, aunque lo certifiquen los documentos, y ponerse a trabajar en el asunto porque el género, como todo en este valle de rimmel y lágrimas, ha terminado por ser una cuestión de perseverancia.

Hugo Beccaccece







Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1345449-la-ardua-tarea-de-ser-mujer

5 comentarios:

  1. Querida Mistress Roxy, he de decir que me he quedado con la boca abierta, este artículo es impresionante, siempre me sorprendes, eres increíble, toda una maestra del género, y yo orgullosa de serte fiel seguidora.
    Más o menos dices que la mujer perfecta, sólo lo es cuando juega con la plenitud del artificio, una aparencia, y que no hay nada como el deseo de ser mujeres, de quienes no lo son, en este caso los travestis.
    Me ha calado esa frase, aparte de que todo el artículo es sublime. La verdad que las travestis o sissies, trans...etc anhelamos ser mujeres, parecernos lo más posible en su aparencia femenina y glamourosa, llevamos esa condición a lo más alto, al summum de la feminidad, así que es posible que Marlenne se fijará en una travesti para empaparse de todo lo que la travesti sentia con su "aparencia femenina".
    Me ha encantado, este tipo de temas me apasionan, eres única, no hay ninguna mujer que te haga sombra, tu vales mucho.
    Besosssss queridísima Roxy muacssss

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  2. Con seguidoras como Merceditass, la orgullosa soy yo. Gracias por todo lo que me das en cada una de mis columnas. Un lujo de lectora.

    El artículo habla por sí solo pero lo que rescato es lo que más me gusta del mundo travesti. Como van derecho a lo mejor de lo mejor. No se andan con vueltas: se inspiran en Marilyn, en Marlene, en Madonna, en Farrah, en Rafaella. Eso es lo que mas me gusta, como rompen con la MEDIOCRIDAD y cuando buscan inspiración femenina, ponen la vista bien en lo alto, en las ESTRELLAS

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  3. Buffff! que gran articulo! ni que decir tiene que adoro a marlene desde que la descubri en mi mas tierna infancia. Como bien dices imprescindible leer la biografia de su hija maria Riva done nos relata la admiración y pasión de Marlene por las travestis ( aunque en marlene era por el sexo de cualquier tipo en general, cuenta Billy Wilder en sus conversaciones con Cameron Crowe que les relataba a el y a gary cooper sus conquistas femeninas de la noche anterior con la mayor naturalidad) De hecho su hija estaba muy enfadada con ella porque queria hacer que su nieto fuese una de "esas chicas" que tanto la adoraban e hizo todo lo posible para conseguirlo. Cuenta tambien sus paseos por los cabarets de Alemania en los años de pre-guerra y como aconsejaba a las "chicas" en su vestuario y sobretodo en depilarse las piernas...En fin, Marlene es, junto con Garbo, uno de los seres polisexuales mas maravillosos de la historia. Y me ha encantado que cites La caida de los Dioses de Visconti, posiblemente junto con Cabaret la pelicula que mejor refleja la ascensión del nazismo en Alemania por medio de la perversion de una familia aristocratica a la que su apoyo al nazismo precipitara a la nada. Esa escena de Helmut Berger vestida de cabaretera cantandole a su madre ( Ingrid Thulin que mujer tan diosa travesti tambien!) es impagable e indispensable para cualquier sissy.
    Repito, maravilloso post Mistress.
    Muchisimos besos.

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    1. Maravilloso es tu comentario, gerita. Me tomé mi tiempo para ver si algún otro lector agregaba algo. Gracias por compartir. Lo que daríamos por haber vivido una noche lesbi con Marlene en aquellos años! Y un triángulo lesbico con Marlene y Greta!

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  4. En el film Kinky Boots, que narra una historia verídica sobre una fábrica británica de calzado masculino que se recicla para vender botas para travestis y así poder sobrevivir, la travesti que "salva la fábrica" se hace llamar Lola y en su camarín, tiene pegado en la pared un afiche con la Marlene de El Angel Azul, dando a entender que es por ella que se hace llamar Lola.

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