martes, 31 de marzo de 2015

Dominar es una fiesta



   Antes, porque hubo un antes en mi vida, yo no sabía que era una dómina. No tenía acceso a la literatura correcta, ignoraba las enseñanzas de la Tigresa Blanca y desconocía las delicias de las prácticas amatorias del Femdom sádico. Pero ya había en mis relaciones sexuales algo que podría bautizar como comportamiento Femdom. Al no tener referencias claras, me empapé instintivamente de los ejemplos que me daban otras mujeres; yo imitaba la elegancia de las damas maduras, la forma en que imponían sus deseos desde su femenina seducción, el placer lésbico que sobrevolaba los elogios que se dedicaban. Ellas fueron mis maestras, las que conmovieron mi corazón y mi sexo adolescente hasta la masturbación en sus desbordes eróticos y atrevidos. Yo imaginaba que para ellas, la ética sexual no estaba asociada a ninguna ética social. A la vez, comenzaba a comprender que la disciplina necesaria para llevar a cabo una obra maestra del sexo y la estética sobre un cuerpo de mujer no se correspondía con las ideas mediocres de las mojigatas que levantaban la voz crítica con sus crudos y despectivos comentarios sobre las trolas fáciles, que siempre eran aquellas que yo admiraba. Como si gozar sexualmente sin cumplir un mandato externo fuera una agonía imposible de remontar.

   Con el tiempo y las experiencias, fui entendiendo. Una dómina es aún más disciplinada y estructurada en su ADN sensual que las supuestas chicas buenas, esas grises y aburridas pacatas de la antiseducción. De hecho, el comportamiento de las Tigresas Blancas se rige mediante un manual que liga al placer con una elevada procedencia de actos estrictos para obtener sus fines. La dominación del otro implica conocerlo para así poder extraer el goce de una misma, ese goce dominante que provoca a su vez, como lógica consecuencia, el orgasmo sumiso aunque muchos no pueden justificar esta ilógica desviación.

   Hay que olvidarse del qué dirán, atreverse a negociar con la propia vergüenza y asumir la ruptura social que significa romper la igualdad e instalarse en la posición superior designada por el poder al que aspiras. Y lo peor, asumir que a veces serás rechazada duramente. Aún hoy, suelo decir en tono de duda; si lo pensara dos veces..... Pues no es fácil desatarse de tanta correa prejuiciosa y represora, no es sencillo descubrir y asumir que nosotras tenemos el poder de manipular, pegar, gozar y arrasar. No toda mujer cree merecer ese poder, muy pocas se deciden a vivirlo. Desde nuestras ancestras, nos hemos cargado con la maldita herencia de la redención mediante el sufrimiento. Por Dior!, ese es el mandato que nosotras las Dóminas venimos a interceptar.

   Somos corruptoras, no siempre de personas, pero sí de los dictámenes que durante siglos han bloqueado las fiestas bajo las sábanas. Irse a la cama con látigo y lencería fetish nos pone desde el vamos en un pedestal distinto al de la siempre pobrecita víctima de todos los duelos. Salimos del closet para recargarlo de placeres, plumas, cueros y satenes. Nos sentamos en la cabecera y nos servimos gustosas en el banquete del adulterio. Somos mancebas de nuestras propia altanería. Y ahí vamos, con toda la Afrodita en la piel, explorando hasta dónde podemos llegar y todo lo que podemos hacer, sin prejuicios, sin culpas, sin carencias afectivas, sin neuróticas rebeldías, sin histerias de autoestimas distorsionadas.

   Empezá hoy por ser menos esclava de las opiniones sobre el corte de cabello que deberías tener y el restaurant de moda al que deberían llevarte. Olvídate de tu andar arrastrado, culposo y victimario. Asumite como Tigresa, rugí bien fuerte y buscate un dragón, o mejor, buscate varios. No me vengan con que no hay: abundan por todos los continentes y están siempre dispuestos. Acoplarse a una gacela es más difícil: son huidizas y no siempre se las encuentra al rastrearlas pero el placer del premio bien lo vale. Porque dominar no sólo era una fiesta para nuestras antecesoras. Dominar es hoy una fiesta y lo será por siempre.

Si el lector lo prefiere, puede considerar esta texto como obra de ficción. Pero siempre cabe la posibilidad que un texto de ficción arroje alguna luz sobre las cosas que fueron antes contadas como hechos.

Ernest Hemingway. París era una fiesta
 
 

miércoles, 18 de marzo de 2015

Sumiso cero kilómetro



 

     Cómo tratar a un sumiso nuevo? Un tema que a menudo suelo discutir en Facebook y otros sitios con mis Amas amigas. Muchas chicas que se inician en la Dominación suelen pedir consejos a la hora de sesionar a un sumiso novato. No siempre es verdad pero suele creerse que en el Femdom el sumiso con poca experiencia califica mejor.

    Lo primero que siempre digo es que no necesariamente las técnicas de castigo son Femdom. Es muy común ver a dominantes mujeres en sótanos oscuros cometiendo carnicerías con pseudosumisos que no son otra cosa que masoquistas dominantes que así consiguen un brazo femenino ejecutor de sus fantasías. No siempre tiene que ser así. A veces me siento en la necesidad de minimizar las inquietudes de las mujeres dominadoras noveles que arrancan pidiendo un consejo a partir de un check-list de un supuesto sumiso varón malesum al que no le importa los deseos de la mujer que supuestamente va a dominarlo.

    Me encanta disfrutar de los sumisos que son nuevos para Mí. No me importa su pasado pago en prostíbulos o relaciones kinkies, no le pido ni me interesa su curriculum. Lo único que me importa es su disposición para hacerme gozar. Por eso lo considero sumiso: porque yo lo someto. La dominación me da la posibilidad de autoconocer mis límites y mi propio equilibrio entre mi poder y mis deseos: hasta qué punto soy capaz de llegar para conseguir lo que quiero. No me detengo en el menú del sum que condicionaría mi sesión. Mucho menos en su supuesto entrenamiento previo: la existencia de los talleres para sumisos que veo anunciados en diversas comunidades BDSM me causa mucha gracia. Sé que lo desconocido nos da miedo, desconfianza e inseguridad, tres variables que deben ser arrasadas por el sadismo, la sensualidad y las feromonas que poseemos las Dóminas.

   Entonces, mis amigas, porqué no pensar en un novato con fantasías sumisas, un sumiso cero kilómetro para Nosotras,  como un precioso lienzo en blanco en donde podemos expresar, experimentar, adecuar, desarrollar e iluminar nuestra luz sensual? Es encender nuestra chispa para conseguir lo que queremos, lo que buscamos, lo que soñamos, lo que nos hace tener un orgasmo a full, sin intromisión de terceros grisáceos, talleristas de BDSM ni lloronas estropeadas. Yo me aprecio. Yo me amo. Yo me excito. Hacelo sin miedo, con uno nuevo o con uno muy conocido pero hacelo, hacelo brillar, hacelo inolvidable, firmalo, dejá un sello sobre él. Que tus fetiches y tus deseos enmarquen la tela y que la sonrisa de Bettie Page guíe tus óleos coloridos, brillantes, sádicos, sensuales y femeninos.





martes, 10 de marzo de 2015

Señora adúltera se busca







    Se suele decir que en el alma de todo marido con fantasías sumisas, existe un cornudo consentido en potencia. Invirtiendo la carga de la prueba y poniendo el énfasis en la mujer, yo afirmo que en el vestidor sedoso y sensual de una mujer sexy se agazapa, lujurioso y jadeante, un consumado fetichista que siempre pide más.

   El Everest de esa demanda, el punto extremo de ese pedir más es desear que ella sea o se vaya transformando en el mismísimo demonio hecho mujer. Un peligro en tacos altos cuyo comportamiento represente la pesadilla de cualquier hombre convencional, una fatalidad sádica de maléfica sonrisa perfectamente capaz de llegar a los extremos de degradarlo, sodomizarlo, travestirlo o lo que es peor (o mejor) engañarlo deliberada y conscientemente con otros hombres delante de él. Para la mirada de afuera, ella lo ha hechizado con sus encantos y abusa del enamoramiento que ese hombre siente por su dama fetiche, lo que lo vuelve absolutamente incapaz de reaccionar ante los evidentes ultrajes recibidos.

   Una de las tantas mitologías que navegan por los suburbios del sexo es la de la esposa insaciable. Se la ha llamado cuckoldress. Mujer madura, o no tanto, (si es casada y con familia mejor) que ha decidido reventar muchas noches de su vida en un livin' la vida loca de sexo y placeres bajo la mirada de su esposo devenido en una mezcla polleruda de chofer y lacayo, ubicado en una posición deliberadamente oscura cuya única actividad parece limitarse a pagar sus gastos y caprichos sin reclamar jamás contraprestación alguna.

   Este tipo de vida suele levantar polvareda en los sitios de Internet que se especializan en temáticas BDSM. Se la pone fuera de lo permitido, se la niega o se la subestima. Nótese la inexistencia de acciones físicas sobre el sumiso, las acciones que los sumisos suelen consensuar para que el dominante termine haciéndoles lo que ellos desean. Por el contrario, podríamos decir que la presencia física del sumiso es ignorada. Puñalada artera y letal para todos aquellos que han construido edificios teóricos para sustentar prácticas sexuales o sadomasoquistas entre complementarios cuyos cimientos son un cincuenta - cincuenta consensuado entre dominante y sumiso. Yo me dejo hacer esto pero vos me presentás con un collar y me hacés esto y esto otro. Por el contrario, la Dómina cuckoldress no necesita aprender técnicas de flagelación o castigo para satisfacer fantasías masoquistas sin cometer errores ni tampoco está sujeta a compromisos con sumiso alguno. Solamente se dedica a gozar la vida y a darse los gustos, sensual, egoísta y altaneramente.

   Alguna vez leí en una editorial de la revista fetichista Leg show una frase que me impactó por su poder de sintetizar algo muy complejo "...se trata del hombre arrastrado por una fuerza superior a él mismo y a su propio instinto de conservación". La editorialista, Dian Hanson, una experta en fetichismo y pornografía, se refería al deseo incontrolado que ese hombre sentía por una mujer que lo excitaba a punto tal que no le alcanzaba con desearla o con el sexo. Ese hombre sentía la necesidad de entregarse a ella de una forma total y sin reservas a causa del poder sexual que emanaba de ella y ante el cual se sentía absolutamente impotente.

   Para muchos expertos en BDSM, dicha situación bordea los límites del abuso y la falta de respeto. Pero para otros, una minoría selecta y a menudo silenciosa, es la más sublime de las delicias, el anhelo fetichista más acariciado. Nosotras, las dominatrices adúlteras somos las más grandes putas de la historia y no somos fantasía. Somos realidad, ellos lo saben y no se detendrán hasta conseguir casarse con la suya.





miércoles, 4 de marzo de 2015

Madonna, siempre Madonna

   Hace unos meses, el gran Steven Klein volvió a fotografiar a Madonna para la revista V Magazine. Una sesión llena de fetish y glamour junto a la muy bettiepageana Katy Perry, una sesión con toda la fantasía lujuriosa y lésbica que sólo el Femdom de lujo es capaz de proponer. Aquí están en mi calendario de marzo, que abre con la presentación del propio calendario de Madonna para el 2015, un regalo fetiche que ella le hace cada año a sus fieles de todo el mundo y cierra con Tom Munro fotografiando a una diva en medias de red y operagloves. Madonna, siempre Madonna.


   
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