martes, 31 de diciembre de 2013

Parásitos miedosos y mediocres

  
Mistress Roxy, de acuerdo a la visión de cheshirecat

 
   Una madrugada, tras haber asistido a un concierto de Kiss, llena de adrenalina y frenesí rockanrolero, escribí una columna citando al propio Paul Stanley  sobre lo inspiradora que resulta la vida cuando te decides a vivirla desde el descubrimiento y la búsqueda de tu propia individualidad, sin dejarte arrastrar por rebaños mediocres ni consignas ajenas. Casi, casi, un leitmotiv en mi blog.

   Pero los que hoy me traen al teclado son los mentores del concepto opuesto. Los que parecen nunca estar conformes con su propia vida y desde su perpetua insatisfacción, pretenden darme clase a Mí y a muchos más y me avisan que es hora que cambie mi forma de pensar y de actuar. 

   Las excusas que me dan son cuantiosas y variadas: desde mis hábitos de vestir hasta mis gustos sexuales, desde mi convicción de como una mujer puede dominar su entorno sin por eso renunciar al cuidado de una familia, de cómo puedo rechazar envolverme en causas reivindicativas sin por eso convertirme en cómplice de abusos. De cómo mis fetiches suelen coincidir con fantasías masculinas (ah, esos machistas sin perdón que gustan de todo aquello que vuelve a las mujeres más bellas y deseables) y mi utilización descarada y explícita de todo recurso femenino para obtener lo que deseo, arrastrando hasta el subsuelo a la tan mentada y proclamada igualdad.

   La mayoría de estos inspiradores del desconfort suelen confesar historias pesadas de abusos, adicciones, conflictos familiares u otro tipo de aberraciones que resultan un tentador currículum en ciertos círculos que se presumen a sí mismos de vanguardia. Abunda por ahí algo fuerte, denso, oscuro, que huele a podredumbre, a una tristeza existencial que les quedó en el tintero y es evidente que no pueden digerir. Frente a un jardín floreciente y fértil como el mío, solo atinan a tirar toda la mierda de sus frustraciones. Mi invisible alambrado y el de tantos otros, los que decidimos con firmeza defender nuestro modo de vida y los placeres inherentes que han hecho de nuestra sexualidad un Edén de flores vivas y aromáticas, impide cualquier contaminación por parte de estas modernas hidras del resentimiento y el fracaso.

   No existe código que castigue las relaciones sexuales de alguna índole dentro de un dormitorio u hotel cuando participan dos o más adultos libres. Esto, que parece tan obvio, es obvio. Si se detuvieran un minuto en reflexionar sobre esta obviedad, se cuidarían un poco más de caer en el ridículo de promover la lucha por el derecho de gozar sexualmente como a uno le plazca cuando nadie cuestiona ni penaliza dicho derecho. Lo que sí puede llegar a ser penalizada es la exhibición pública de la sexualidad. Pero claro que sin la exhibición pública, el narcisismo de los candidatos a líderes de causas no podría expresarse. Y sin la supuesta lucha, tampoco encontraría un lugar entre estos parásitos, la perpetua acusación hacia los que somos felices de la manera en que nos gusta, con nuestros propios códigos y de acuerdo a nuestros valores.

   Como considero que mi vida erótica es buenísima, entonces escribo Esta es mi historia, llevo una vida sexual activa que puede ser considerada hard o extrema, pero soy feliz, a mi alrededor mucha gente es feliz y si te interesa te puedo dar unas pistas. A lo mejor, terminamos caminando juntas como sadonautas.  Pero jamás me metería con la felicidad de una persona o pareja que goce de otra forma. Mi libertad no es una neurosis activista por encontrar cadenas ajenas y venderles las recetas para su liberación.

   El goce sexual, hasta en la más multitudinaria orgía, siempre es individual. Es una gloriosa sensación emocional, física y mental. Pero no deja de ser íntima. Podemos intentar comentarla pero nunca transmitirla por completo. Mucho menos, pretender imponérsela a quien goza de otra forma o pretender enseñarla. Eso es resentimiento ante el goce ajeno.  Y el resentimiento es la expresión más sutil del miedo. Tienen miedo. Y su miedo personal y privado es una desgracia pública.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Bettie Page por Olivia de Berardinis





  

   Olivia de Berardinis es una artista y dibujante norteamericana nacida en Long Beach, California, en 1948. Se especializó en el arte de las pinup desde mediados los años setenta; en un principio se lo tomó apenas como un trabajo temporario, pero terminó siendo el tipo de arte que la catapultó a la fama. Desde el 2004 que trabaja en Playboy y sus sensuales diseños son reconocidos en galerías de arte del mundo entero.

   Para festejar estas Navidades con un espíritu sado, sensual y femenino, que mejor que disfrutar del arte de esta maestra expresado en la que para Mí es su mejor obra: sus diseños de Bettie Page, incluidos algunos que han aparecido en los calendarios que año tras año prepara para deleite de sus seguidores. 

   Mis deseos: un muy feliz 2014 en donde el sadismo sensual y femenino sea una realidad cada vez más placentera para todos quienes se acerquen a este sitio. Para amigos, amigas, amantes y seguidores.  Bettie por Olivia.

























































miércoles, 18 de diciembre de 2013

Humillación. La miel de mi sadismo




…..puta barata,  no me darian dos pesos si te pongo en la esquina a vender tu culo, la próxima traeme a tu novia porque vos servís para divertirme y nada más, a que te afeitas los pelos de las manos por pajero, no mereces ni una brisa de Mi fusta….

   Pocas cosas me excitan más que la humillación verbal. Pero no soy la única que se excita cuando humillo. Me consta que muchas veces estas expresiones duras, denigrantes, tal vez soeces, pronunciadas con la entonación femenina adecuada y en el momento y lugar correcto funcionaron como el mejor Viagra sobre mujeres y hombres de alto nivel social y de gran calidad humana a las que hoy quiero rendir homenaje.

  Recuerdo en particular una sesión espontánea, tiempo atrás (fiesta mixta con crossdressers, travestis y chicos solos en una disco swinger) en donde un muchacho al que estaba sometiendo, en un momento de pasión me dijo, con voz temblorosa, Señora, de verdad me va a poner una bombachita? Horas después, ya en mi guarida, conversamos con mi esclavo marido sobre este prejuicio tan extendido en donde se cree que la feminización es sinónimo de humillación cuando para muchos es todo lo contrario: la exaltación de lo femenino por parte de aquellos que nacieron con cuerpo de varón y que representa lo máximo en poder erótico y sensualidad. No me sentí muy humilladora sádica que digamos después de aquella charla pero siempre reconocí que en aquel prejuicio anida gran parte del placer.

   Alinari (a.k.a. Smooth Circe) escribió una vez que ser mujer es algo tan bello y erótico que no podía ver ninguna condición humillante en la feminización. Ella insistía que en la feminización no buscaba la humillación sino la perfección porque no estaba dispuesta a tolerar una versión grotesca de su género. Irónicamente, Alinari agregaba.. lo mismo le pasa a muchas que se tapan el agujero poniéndose penes de plástico como si hubiéramos nacido castradas. El dildo es un implemento maravilloso para jugar, pero no es algo que nos falta!  En cambio, Niní, mi amiga sissy y compañera de largas noches Femdom, ha escrito muchas veces con  brillante claridad que prefiere gozar de la humillación, del efecto de querer aparentar femineidad sabiendo que no podrá hacerlo y así fracasar cayendo en el ridículo, lo que es también a su manera un poderoso motor de la sexualidad y la fantasía fetish desde un punto de vista que yo clasificaría como típicamente masculino.

   Mis gustos sexuales en feminización se mueven entre ambas posiciones. Me gustan las dos, depende del ambiente y de la materia prima que tenga entre manos. Cuando feminizo a un muchacho quiero y deseo sentir, saber y pensar que la partera le gritó a su madre es un varón. Pero seducir lentamente a una chica cross que viene a la fiesta con ínfulas de reina de la noche y llevarla de la mano como a una muñeca, mi muñeca, ofreciéndola a todos los placeres incluido el más dotado de los chongos disponibles para, ahí sí, tratarla de puta arrastrada y oír cuando me confiesa su Sí Señora, quiero ser Su puta!… ah, eso sí que es música para mis oídos. Es que la humillación verbal es una intensificación del morbo a dos voces. Una voz es la Mía y la otra es la del sumiso, que consigo sacarle bien desde adentro. Un dúo hedonista. Esta teatralidad siempre supera los límites de cualquier sesión o dungeon porque se graban en el inconsciente. Es como el cuckolding: una vez concretado, no hay vuelta atrás en tu mente. No es una técnica mecánica de sometimiento. Si él aprende conmigo a hallar placer dentro de mi juego, una parte de su sexualidad siempre estará bajo mi pulgar. Y me encanta esta frase tan rollingstoniana en un día como hoy, 18 de diciembre, en que festejo el cumpleaños setenta de Keith Richards.

   Me consta que muchos sumisos se sumaron con cierto temor a mi playroom de placeres verbales pero que a la mayoría les encantó. Este estilo de sadismo entroncado en lo psicológico es mas hard que el BDSM clásico, que el torbellino de aplicaciones para masoquistas. Yo arriesgo mucho porque la gracia del juego  se basa en la espontaneidad y en lo inesperado, en lo no consensuado, pero también sé que una sobredosis de palabras o de significados me vuelve burda y me quita toda la magia seductora con la que intento someter a mi víctima. Pero vale la pena correr ese riesgo si lo que me interesa no es domar a un potro desbocado sino hacer boquear de placer a su muñeca interior, más sutil, más romántica, que lucha por florecer en una primavera de radiante espíritu sumiso. Entonces, mi lengua humillante será el mejor látigo para flagelar su masculinidad al mismo tiempo que voy saboreando las primeras gotas del néctar de dulce miel que va destilando su femenina putez. 










martes, 10 de diciembre de 2013

Almas sumisas, sufrientes y entregadas

    



Bettie: la sumisa feliz


   Soy de la idea que desde el punto de vista exclusivamente femenino, la dominación y la sumisión no escapan a una regla general: hay mujeres que se dedican a gozarlo y hay mujeres que se dedican a sufrirlo. Así como durante mi adolescencia, algunas bailábamos felices en las discos ochentosas mientras otras preferían quedarse sentadas, así como algunas buscamos dominar todo un repertorio de sexo buscando el Gran Orgasmo y no nos detenemos hasta lograrlo mientras otras se conforman con uno por semana y con la luz apagada, también estamos las que nos dedicamos a gozar de la dominación o la sumisión y por otro lado están ellas, las sumisas místicas, criaturas sufrientes, especiales, las joyas que esperan algún día ser descubiertas por alguien que sepa valorar su famosa entrega.

   No descubro nada si digo que el altruismo y el sufrimiento femenino están sobrevalorados en todos los ámbitos, incluidos los sexuales. Esta clase de sumisas se presentan como seres sufrientes y frágiles, necesitadas de protección. Casi siempre arrastran alguna historia de amor y desengaño en la cual se entregaron en cuerpo y alma a algún dominante que no supo apreciar el tesoro que tenía a su lado. Les gusta llenar los foros y las páginas de Internet con expresiones grandielocuentes propias de una secta cuasirreligiosa: son ellas las que nos cuentan una vida de entrega pasional, de amores románticos, de sacrificios; nos hablan del áspero sendero, del camino de espinas que recorren de la mano de su endiosado Señor con el cual se relacionan mediante una dependencia emocional absoluta. Sin El a su lado, serían apenas un alma vacía.

   Una mirada superficial puede llevarte a creer que este tipo de sumisión femenina es una de las más sublimes condiciones humanas, plena de pasiones y romanticismo en oposición a lo que una mujer como yo plantea como modelo de dominación - sumisión. A mí me gusta sentirme sexy, atraer a los hombres y mujeres que me interesan y jugar sádicamente teniendo como único fin la obtención de placeres sensoriales. Porque es eso lo que básicamente hago y para eso nos metimos con mi marido dominado en el mundo del BDSM, para disfrutar de una vida sexual de pareja más rica y sensual y de paso, vivir experiencias, conocer personas y conocer mundo. No tenemos carencias ni necesidades afectivas; el sado es simplemente la mejor forma que hemos encontrado para gozar lo mejor del sexo, el amor y la vida.

   Pero para estas chicas (y aclaremos que algunas ya de chicas no tienen nada, por más que la jueguen de eternas adolescentes ingenuas), una vida sexual como la mía no es más que una colección de banalidades. Ellas viven jugándose enteras porque su entrega las deja en carne viva, sesionar las deposita en el Nirvana del éxtasis y el collar con que su Amo las adorna es la razón de ser de su existir pues nada existe para ellas que no esté marcado a fuego por su rol sumiso. Si te animás a proponer que como Ama bisexual te gustan las sumisas porque deseas vivir el regocijo sensual de la dominación lésbica sin ir más lejos que el goce por el goce mismo, te señalan con el desprecio de saberse parte de aquellas para las cuales el BDSM y la sumisión son un estilo de vida y no un mero juego sexual.

   Cuando hablo de misticismo, me refiero casi exclusivamente a mujeres porque no he leido o escuchado a hombres sumisos promoviendo este tipo de relación posesiva, enferma y neurótica. Pero como ellas son las que van al extremo, suelen llevarse las palmas en los foros porque mientras las demás mujeres promovemos sexo con condimentos o nos divertimos siendo muñecas vestidas de cuero y tacos altos, ellas son las auténticas que ponen en juego su vida y su alma y siempre encuentran quienes las secunden proponiendo la entrega absoluta como un ideal. El BDSM no es muy diferente a un partido político: los moderados siempre van a ser criticados por aquellos que parecen dispuestos a inmolarse por la causa.

   Demás está decir que cuando el hechizo se rompe porque el amo se cansó de ser un servidor de sus delirios masocas o por que apareció una sumisa más linda o simplemente porque la relación no prosperó y él legítimamente decide cortarla para buscar otra cosa que lo satisfaga, ocurre  que, como suele decir con mucho humor un amo amigo, la firme mano que me permitió llegar a los templos más oscuros y recónditos de mi sexualidad a los que yo sola jamás me hubiera atrevido a alcanzar se transforma en el abusador que me manipuló psicológicamente para ir más lejos de mís límites. Y así es como sin términos medios, el hasta ayer endiosado Señor termina siendo la encarnación sobre la tierra del mismísimo Satanás. A veces pienso pobres tipos, lo que tienen que soportar pero en muchos casos creo que ellos también reciben lo que se merecen.

   Creo que ha llegado la hora de empezar a desenmascarar a tanta fabulera para decirles en la cara que su famosa entrega total en cuerpo y alma  no es otra cosa que el reflejo de su absoluta carencia de atractivos o de  su necesidad de llamar la atención o de su falta de responsabilidad sobre su propia sexualidad que las ha llevado a abandonarse en manos de otro. O de una combinación de las tres cosas. Que como ellas mismas se han anulado como sujetos activos de su propio destino y no están dispuestas a asumir el desafío de vivir una sexualidad adulta, no encuentran otra cosa mejor para hacerse valer que inventarse una pseudovirginidad adolescente para vivir la experiencia de la entrega solamente con el hombre que haya demostrado ser digno de semejante tesoro incalculable. Andar hoy por la vida a los treinta, cuarenta o hasta cincuenta años lloriqueando porque un amo (o sea un hombre igual a tantos otros) te deja o te rechaza o no valora debidamente  tu famosa entrega sumisa, visto desde afuera, es realmente lastimoso.  
  
   De todas las formas posibles en las que una mujer puede elegir como vivir su sexualidad, ningún hombre que valga la pena se va a sentir atraído por una mujer que sólo genera lástima. Los Amos y los sumisos son hombres. Vos decidís. 



miércoles, 4 de diciembre de 2013

Navidad Von Teese



   Ya estamos en diciembre y qué mejor que compartir mis sentimientos navideños que regalando y regalándome un calendario navideño con Dita Von Teese. Para brindar por otro año lleno de placeres, alegrías, glamour y magia sensual y femenina. Cheers !!!
   

Enero


Febrero


Marzo


Abril


Mayo


Junio


Julio


Agosto


Septiembre


Octubre


Noviembre



Diciembre


viernes, 29 de noviembre de 2013

Grey vs La historia de O

   Como corolario de la columna que hace unos meses publiqué en mi página, redactada por Vicente Battista, sobre las Cincuenta sombras de Grey, hoy quiero compartir estas reflexiones de Verónica Chiaravalli, que arriesga un paralelismo entre dicha novela y la legendaria Historia de O.


   Una lectura de Grey a la sombra de O


   La serie de novelas sobre la pasión de la joven Anastasia Steele y el millonario Christian Grey (Cincuenta sombras de GreyCincuenta sombras más oscurasCincuenta sombras liberadas , títulos que, desde su publicación encabezan listas de best sellers en el mundo) propicia la evocación de un texto paradigmático de la literatura erótica del siglo XX, firmado por Pauline RéageHistoria de O. Su heroína es un antecedente trágico del personaje de Anastasia, y condensa todos los peligros que E. L. James, autora de Grey, evita a sus lectores. 

   Como la de Anastasia, la parábola de O también consiste en un viaje de iniciación en el terreno de una sexualidad desconocida, de la mano del hombre que ama. Pero así como en el viaje del cuerpo hacia la sumisión absoluta implica una puesta en abismo del alma, en Grey el juego de amo y esclava que propone la trama se reduce a la anécdota erótica, más o menos picante. En ambos casos la relación de dominio y sumisión se organiza en torno al consentimiento, pero sólo muestra el problema de la aquiescencia en su dimensión metafísica. 

   Mientras que Anastasia, antes de iniciar la relación con Grey, considera un contrato con cláusulas que puede discutir, a O se le exige que consienta por anticipado todo lo que va a ocurrirle, sin conocerlo. Lo que se le pide, en definitiva, es un acto de fe movido por el amor ("y amándolo como lo amaba, ella no podía sino amar todo aquello que viniese de él"). Anastasia, contrato de por medio, adquiere, no digamos una mercancía, pero sí un objeto: una relación novedosa y excitante que puede dar por terminada al cabo del período de prueba estipulado. O, en cambio, enfrenta un destino. Y con el destino no se negocia: se lo acepta o no, y cualquiera sea la decisión, se paga el precio. 

   El lector de Grey se convierte así en el espectador de un juego sin consecuencias. Pero detrás de la silueta fresca de Anastasia, acecha la sombra terrible de O, el cuerpo de la mujer sagrada, que ha dejado de ser humano. La naturaleza verdaderamente mortífera del juego, que en Grey se oculta, es llevada en hasta su extremo, destructivo o redentor, según lo que cada quien crea que trae la muerte. Sin velos protectores, O arranca al lector de la pasividad voyeurística que Grey le consiente, y lo obliga a interpelar los fundamentos de su vida individual y social al poner en cuestión las fuentes de la autoridad y la justicia, la legitimidad de sus ejecutores, la razonabilidad de las normas que nos regulan. Y sobre todo, la inocencia del amor. 

   Dice Jean Paulhan en el prólogo de O: "La palabra amor y la palabra libertad se contradicen. El amor es depender -y no sólo para el placer, para la existencia misma y para las ganas mismas de existir- de una y mil cosas extrañas: de unos labios, de un hombro, de unos ojos, en definitiva, de todo un cuerpo ajeno, con el espíritu o el alma que lo habite, de un cuerpo que, a cada instante, puede hacerse más deslumbrante que el sol o más helado que una llanura nevada".

Verónica Chiaravalli,




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